Saturno, planeta con nombre de dios romano, está alineado en estas fechas con Júpiter, otro dios. A su alrededor giran unos extraños anillos que según el teólogo Leo Allatius, autor de 'De Praeputio Domini Nostri Jesu Christi Diatriba', aparecieron ahí tras la ascensión al cielo ... de Cristo resucitado, y son la transformación en materia astral del pellejo de la circuncisión que todo judío sufre al poco de nacer. Pellejo circular que fue anillo de boda para una tal Catalina de Siena, mística que se desposó con el propio Cristo, según documentan en cuadros Murillo, Parmigianino, Correggio y otros que visionaron la cosa. Lo cual demuestra que quien tiene la vista sesgada por una ideología, se cree la una y se creerá las ciento, si le dan evangelio y tiempo. Valga como ejemplo de ello el que ahora que se ha aprobado un respetuoso, razonable y compasivo derecho a disponer de la propia vida mediante eutanasia controlada, aún hay primates que por no entender de qué va, o por no haberse leído la letra del proyecto, ya que es posible que no sepan leer, se oponen a tal propuesta y afirman que con ella se reconoce el derecho a matar de un Estado convertido en máquina asesina. Habría que oír qué dirían estos truculentos si alguna vez les diera por asomarse al telescopio y ver los aros prepuciales de Saturno. La actitud de estos malpensantes es la viva demostración de que la ideología suele prevalecer sobre la idea. Que quienes hoy se oponen a la actual y compasiva regulación de la eutanasia, son demagogos poco fiables, y arrastran tras de sí una cruel historia de eutanasia inversa. Recuerden cómo trataban estos en el pasado a herejes, a inofensivas brujas o a disidentes. Ataban por la fuerza al refractario a un poste del patíbulo, arrimaban leña al pie y le metían fuego hasta convertir en ceniza al hombre y a sus ideas, y a eso lo llamaban 'auto de fe'. Toma ya. No se andaban con chiquitas, pues ese era el mandato de un dios que se apellidaba 'Amor', pero que en Levítico, 26, 29-33, avisaba y daba lecciones, 'si a pesar de todo no me obedecéis y seguís obstinados contra mí,..., comeréis la carne de vuestros hijos y de vuestras hijas, amontonaré vuestros cadáveres sobre los cadáveres de vuestros ídolos..., mi alma os abominará, os detestaré, os dispersaré entre las naciones y os perseguiré con la espada desenvainada'. Un amor, este tal Yahvé, que aún conserva por ahí discípulos que obran a su imagen y semejanza. Los mismos que ahora se oponen sin argumentos válidos a esta razonable eutanasia que aclara un posible futuro indoloro a quien lo pida y desee.
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