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Soy de los que mantiene que los congresos de los partidos políticos representan esa clase de acontecimientos en lo que todo puede ocurrir, desde cambios, ... crisis, desconcierto o divisiones; incluso puede suceder que no pase nada, lo que implica que todo siga igual. De un tiempo a esta parte los cónclaves de algunas formaciones políticas fueron, en algunos casos, lo más parecido al último acto de 'Un ballo in maschera', la conocida ópera de Verdi: durante el baile, Riccardo es apuñalado entre los invitados enmascarados. En sus últimos instantes de agonía escucha los lamentos de todos y, antes de morir, Riccardo los perdona. Aunque en ciertos partidos haya episodios lamentables a la hora de designar candidatos, pienso que no debe subestimarse la celebración de estos congresos, ya que en ellos se escenifica la consolidación, el ascenso y la caída de líderes o el surgimiento de otros.
Hace pocas semanas se celebró el siempre demandado, pero tardío congreso del Partido Popular de Gijón en el que resultó elegido presidente Andrés Ruiz. El congreso pudo haber sido del todo democrático, pero al final no lo fue por circunstancias que ya casi todo el mundo conoce, y es que –en los prolegómenos de la celebración– alguien corrió la triste suerte de Riccardo, el protagonista de la ópera del compositor de Le Roncole.
Recientemente se ha celebrado también el cónclave de los socialistas gijoneses. Fue un congreso en el que (al menos de cara al exterior) se guardaron las formas y en el que resultó reelegido como secretario general el gijonés Monchu García. El socialista ya señaló como coordenada principal en su nueva hoja de ruta el deseo de recuperar el gobierno de Gijón.
En referencia al PP, Andrés Ruiz, tanto en su primera comparecencia pública como en la reciente entrevista que le hizo el diario EL COMERCIO, anduvo entre lianas al más puro estilo de Tarzán. Sorprende que en ningún momento haya manifestado intención alguna de que un PP renovado pelearía para tratar de ganar las próximas elecciones municipales y, más todavía, no haber mostrado un mínimo diseño del Gijón que los populares pudiesen tener en mente. Me imagino que esta omisión responde a dos motivos: primero, porque su modelo es el de Foro –o sea, ninguno–, y, en segundo lugar, por la incomprensible mendicidad mostrada por el PP regional y el de Gijón hacia Foro para ir unidos en próximas elecciones. Al respecto resulta curioso que la presidenta de los foristas hasta la fecha no haya dicho 'esta boca es mía' a la propuesta Popular. El presidente Queipo sí evidenció su entrega incondicional a doña Carmen Moriyón en la entrevista a este mismo medio el pasado 30 de marzo. Queda meridianamente claro que en Gijón el paso también lo marca Oviedo y ratificado que va en serio el acuerdo suscrito entre Pumares y Queipo en la letrina del Parlamento Regional.
Respecto a los socialistas gijoneses, creo que el acierto del reelegido secretario general ha sido rellenar el dispensador de perfume dejando la fragancia Tini, que todavía está fresca en casi todos los barrios de la ciudad. Según avanzó el propio Monchu García, las principales líneas de trabajo de la nueva ejecutiva socialista son la cercanía a los barrios y a las personas, la defensa de la identidad industrial de Gijón, los servicios públicos de calidad y hacer que la ciudad avance en derechos para ser de nuevo un referente de modernidad y dinamismo en Asturias y en España. En cuanto al modelo de ciudad que propuso, es importante significar que aparece una simbiosis entre el pensamiento de la mayoría de los nuevos componentes de la ejecutiva gijonesa socialista con el defendido en su día por Vicente Álvarez Areces; entienden de nuevo los socialistas gijoneses que la desigualdad es uno de los factores que atenta contra una de las funciones básicas de la ciudad: el fortalecimiento de las relaciones sociales. Por ello, bajo los gobiernos de Álvarez Areces se acometieron de la mano de Sogepsa las operaciones de regeneración urbana más importantes desarrolladas en Gijón desde hace más de 50 años: el PERI de El Llano, una parte de la zona del Natahoyo –actuación de Poniente– o la creación del nuevo barrio de Montevil son claros ejemplos de superación de la desigualdad entre determinadas zonas y en favor del desarrollo de la ciudad. Hoy todavía existen barrios en Gijón que demandan esa incorporación; solamente un urbanismo equilibrado lo podrá conseguir, apuntándolo desde aquí como herramienta para la pretendida integración ferroviaria gijonesa. Ante este escenario, muchos ciudadanos estamos convencidos de que el partido que se presente a las próximas municipales con una hoja de ruta bien trazada respecto al desarrollo de un municipalismo ambicioso –que exige un perfecto conocimiento de los problemas actuales de la ciudad– ganará las elecciones y podrá gobernar Gijón. Aunque resulta demasiado pronto para hacer vaticinios electorales, habrá que tener muy presente al PSOE gijonés que ya se ha rearmado y al que la única incógnita que le queda por desvelar es el nombre del candidato a la Alcaldía. Una coalición Foro-PP sin poder contar con Vox será un brindis al sol, y resultará imposible intentar un gobierno de centro derecha a no ser que Sara Álvarez Rouco pida que, para apoyar una investidura, se aparte a la señora Moriyón. El más perjudicado sería el PP que, de no mostrar autonomía política separándose de Foro, quedará compuesto y sin novia con la pérdida de varias concejalías zampadas por el partido de Santiago Abascal. Ante evidente situación, parece aconsejable que para las próximas autonómicas y municipales en Gijón el Partido Popular tienda puentes hacia Vox en aras al menos de conseguir investiduras. Desde luego que la alianza sería más segura que con Foro, pues desde que se fue su fundador Álvarez Cascos este partido ha emprendido el viaje hacia la desaparición. No obstante, como en todos los casos el tiempo será el mejor juez.
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