![Gijón taurino](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/2023/04/14/taurino-kVsG-U20067486351t1H-1200x840@El%20Comercio.jpg)
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Cierto es que desde que la actual alcaldesa, en agosto de 2021, dejo a Gijón sin toros, por culpa de una lidia en la cual ... dos reses habían sido bautizadas como 'Feminista' y 'Nigeriano', las fiestas de Begoña ya no son lo mismo. Muchos gijoneses aficionados a los toros se encuentran 'como vaca sin cencerro' y preguntándose, a la vez, si la relación causa efecto ha sido proporcionada. Llama igualmente la atención que, desde la fecha fatídica, buena parte de lo que se ha dado en llamar sociedad civil permanece inmóvil, diríase que acobardada, sin ganas de reivindicar los espacios que el poder político le ha ido arrebatando hasta casi acallarla. Afortunadamente, la sociedad civil es, por esencia, la fuerza que mantiene el equilibrio del sistema frente al peso, tantas veces desproporcionado, de la comunidad política.
Que conste que no soy taurino y defiendo o tutelo el derecho a vivir de los animales. Pero hay gente a la que no le gusta la fiesta de los toros y sabe respetar otros posicionamientos que pueden ir en sentido contrario. Creo que lo de estar a favor o en contra de los toros no es una cuestión de ideología. Me niego a aceptarlo y llevar el asunto por ese camino sería un error, ya que siempre ha habido a lo largo de la historia gente de izquierdas firme defensora de los toros y nunca ideológicamente ha dado un paso atrás. Basta introducirnos en la obra y en el pensamiento de Federico Garcia Lorca, asesinado por fuerzas franquistas en su tierra natal, Granada, en 1936 y quien dijo: «El toreo es, probablemente, la riqueza poética y vital mayor de España. Creo que la fiesta de los toros es la más culta que hay en el mundo». Destacable también Ramon Pérez de Ayala, quien afirmó que «si yo fuese dictador en España, prohibiría las corridas de toros. Como no lo soy, no me pierdo ni una».
Si en Gijón la disyuntiva es toros sí o toros no y la intentamos resolver desde la política, será algo estéril. Es igualmente difícil entender que otros gobiernos municipales y autonómicos gobernados por el PSOE mantienen y fomentan las corridas de toros en sus fiestas patronales, a pesar de las reivindicaciones en sentido contrario que con legítimo derecho hacen diferentes asociaciones animalistas. Ante semejante contradicción cabe preguntarse: ¿hay socialismos diferentes respecto a este tema que gobiernan ayuntamientos y comunidades autónomas o al final depende del ordeno y mando de la alcaldesa o alcalde de turno? Si así fuera, habría que ponerse a temblar, pues seriamos súbditos de la discrecionalidad que podría llevar directamente a un atentado contra derechos básicos de la ciudadanía.
Soy de los que creo que para resolver esta esquizoide disyuntiva habría que acudir a lo que denomino municipalismo comparado. Me explico: el derecho comparado consiste en el estudio comparativo de instituciones o sistemas jurídicos pertenecientes a diversos lugares o épocas, con el fin de determinar las notas y las diferencias que entre ellos existen, y derivar de tal examen conclusiones sobre la evolución de tales instituciones o sistemas, y criterios para su perfeccionamiento y reforma. La formula municipal comparativa con respecto a la defensa de la tauromaquia nos lleva a Iñaki Azkuna, ya fallecido y que fue uno de los mejores alcaldes de Bilbao desde la Transición. En 2010 tuve la enorme satisfacción de conocerle y acudir a un Fórum Europa, quedándome con una reflexión salida de su boca: «Cuando el espectáculo, el arte y la valentía del torero y la bravura del toro se identifican con una idea o concepto político, provoca la aparición de anticuerpos y surgen reacciones enfrentadas, por lo que pido que no se politice el mundo taurino».
Sigue diciendo que él es «consciente de que hay problemas en torno a los toros y ante todo hay que respetar al antitaurino, al que cree que matar un toro es una crueldad; está en el derecho de pensarlo y defenderlo democráticamente, pero el mismo derecho tiene el ciudadano para asistir libremente al espectáculo, tanto si es aficionado como si no lo es. Los toros de la semana grande de Bilbao son un referente nacional desde 1882 y un punto de encuentro de bilbaínos y foráneos para disfrutar de su semana grande y como alcalde de la ciudad la fiesta de los toros siempre contara con mi apoyo. El que piense que el toro sufre, tiene mi cariño y todo mi respeto, pero de la misma manera me encuentro legitimado para defender a los taurinos, quienes, desde luego, no quieren sufrimiento alguno para el toro, pero se está en otro plano al que difícilmente se podrá llegar a un acuerdo. La ciudad vive los toros como una señal de identidad, además de generar riqueza para los bilbaínos, y por ello seguiremos con toros. Jamás privare a un bilbaíno de que pueda disfrutar de la fiesta taurina, y tampoco de que se pueda comer un buen chuletón de vaca o de buey, porque la res va a ser sacrificada en un matadero también de manera dolorosa. Se podría llegar a este absurdo y lo peor, caer en la poca edificante demagogia».
Es interesante como reflexión final traer también a colación y como baluarte de la sociedad civil el sentir de Francis Wolff, filosofo, pensador y escritor francés, autor del libro '50 razones para defender las corridas de toros'. Wolff, aunque quizás con un mayor peso filosófico, coincide plenamente con el pensar de Iñaki Azkuna, tratando de encontrar el justo equilibrio entre el antitaurino movido por la compasión cuando ve al toro sufrir, pero sin olvidar que el aficionado comparte igualmente ese sentimiento. Mantiene el filósofo que quizás esto último sea difícil de creer por los antitaurinos y, sin embargo es absolutamente cierto: el aficionado no experimenta ningún placer con el sufrimiento de los animales. Nadie soportaría hacer sufrir, o incluso ver sufrir, a un gato, a un perro, a un caballo. El aficionado tiene que respetar la sensibilidad de todos y no imponer sus gustos ni su propia sensibilidad. Pero el antitaurino debe admitir también, a cambio, la sinceridad del amante de los toros, tan humano, tan poco cruel, tan capaz de sentir piedad como él mismo. Es difícil comprender la postura del otro, pero hay que reconocer que, en cierto sentido el aficionado tiene las apariencias en contra.
Conclusión: los poderes públicos deberían pensarse muy mucho el prohibir la fiesta taurina de Begoña, de tradición centenaria, tratando de encontrar el justo equilibrio entre taurinos y los que no lo son. Muchos gijoneses, más de los que se pudiera pensar, de izquierdas y de derechas, quieren que, al menos en la Semana Grande gijonesa, vuelvan los toros. El que suscribe se mantiene en la lógica abstención por no ser aficionado, pero en todo caso siempre con el máximo respeto a los que se encuentren a favor del festejo taurino. Sería positivo para Gijón
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