Soy de los que mantengo que no es descartable que la derecha y el centroderecha pudieran gobernar Gijón. Lo constata una encuesta reciente que anda ... circulando por ahí, y cuyo sondeo demoscópico parece ser que viene del PSOE. El resultado proveniente de la fuente citada me parece raro, pero 'todo es posible en domingo', recordando a los irrepetibles Tip y Coll. Si nos acogiéramos a él, la gobernanza tendría que ser bajo el formato de popurrí de partidos. Curioso, al final va a tener razón el presidente Barbón. Ahora bien, con todo lo que se va a jugar en los próximos comicios locales hay una sensación de calma chicha que domina en la política municipal gijonesa y de la que no se libra ningún partido. Y cómo no, a pesar de las ocurrencias de alguno, y de las tímidas apariciones de otros. Tal es así, que da la impresión de que los aspirantes a tocar gobierno caminan por la senda del conformismo o están faltos de ideas. Aunque, al menos y de manera reciente, algún atisbo de carácter preelectoral ha comenzado a emerger tras el conclave socialista celebrado en la Casa del Pueblo a finales del mes de febrero. A decir verdad, de lo que traslado EL COMERCIO se deduce que no hubo grandes 'subidones', pero se vislumbró algo positivo, como es el intento de la familia socialista de recuperar la marca Tini como pasaporte para conseguir el gobierno municipal. El problema subyacente es que el ilustre exalcalde que en 2019 nos dejó para siempre situó el listón muy alto, y veo complicado que sus compañeros puedan seguirle la estela.
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Por otro lado, el objetivo de tratar de convertir Gijón en un referente nacional con modelo propio en la obligada transición energética, a través del desarrollo urbanístico en los terrenos de Naval Gijón, creando un parque tecnológico para el desarrollo de las energías renovables, con centros de enseñanza vinculados también a empresas relacionadas con el sector energético, va teniendo acogida razonable y se agradece de buen grado el reciente apoyo del Candidato Floro. Con anterioridad lo habían hecho Ruben Pérez Carcedo y Jose Carlos Fernández Sarasola, por parte de Ciudadanos. También me consta que los antiguos trabajadores de Naval Gijón están esperanzados en el proyecto y ya han contactado con la Fundación Revillagigedo, elemento clave para uno de los tentáculos del proyecto, como es el de la Formación Profesional pretendida. Todos sabemos que sacar adelante desde el prisma de la gestión pública un proyecto de estas características presenta muchas aristas y resulta fundamental entender que su paternidad nunca pertenece ni a la izquierda ni a la derecha, y sí a los ciudadanos de Gijón. Y la política ha de ser capaz de hacerlo posible.
Si antes he hecho referencia al PSOE gijonés, el PP local, también en foto de familia, presentó a la guardia de corps de Angela Pumariega, con ella al frente de cara a las elecciones municipales. En la foto de EL COMERCIO se echó de menos a Pablo Gonzalez, quien ya descabalgado como posible candidato todavía es presidente local del partido. Error estratégico de los cocineros del desaguisado. Tendría que haber estado allí, en pro de una mínima muestra de unidad del Partido. Creo sinceramente que la sustitución de Gonzalez se hubiera podido hacer mejor o, si se quiere, con más sensatez. Es necesario apuntar que en los últimos tiempos el fuego amigo, que es lo que padeció Pablo Gonzalez, es una de las constantes que se vienen repitiendo en la formación popular en diferentes lugares del país y el gijonés lo sufrió de manera despiadada. Lo padeció Ayuso frente a Casado, y así le ha ido al personaje. Gente de Gijón, adscrita o no a un partido político, siempre consideró hasta los últimos momentos que Pablo Gonzalez era persona con méritos suficientes para aspirar a ser el candidato a la Alcaldía. Es patente que tanto él cómo su equipo transitaron durante estos últimos tres años por barrios, parroquias y aldeas, preocupándose de la gente y atendiendo sus reivindicaciones. Sin discusión, realizaron un excelente trabajo.
Sorpresivamente, y hasta con candidatos interpuestos de última hora y de los que no se supo más, esta amable persona quedó apartada y tirada en la cuneta, en la esperanza de que la regatista Pumariega pudiera recoger en su lista a parte de su equipo y colocarlos en lugar preferente. Hoy esa lista ya es publica y ni rastro de ellos. Es difícil entender que personas cuyo pecado original es haber trabajado para el partido se vean pasados por la quilla del galeón y, encima, sin ninguna explicación. Resulta inaudito y habría que haber tomado buena nota del presidente Feijoo, quien no entró con el cuchillo entre los dientes y respetó a la mayoría del equipo de Casado. Queda claro que en política, a diferencia del mundo de la empresa, el valor del compromiso computa lo mismo que un billete Belarmino de la Guerra Civil. Y así nos va. El fuego entre compañeros de partido, como dije, constituye uno de los principales ingredientes para la cocina de la desafección que tanto afecta a la política actual. La gente de bien, en la que también encaja mucha gente bien, rechaza y reniega de este tipo de situaciones rastreras y no pueden caber en el código ético particular de cada uno. Hay dos razones que avalan esta reflexión. Una, porque supone absoluta mediocridad por parte de quien o quienes lo ejercen. Y otra, más elemental, cual es no hacer a otros lo que nosotros tampoco queremos que nos hagan.
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Llegados a este punto y conocidos los perfiles de las caras nuevas que acompañarán a Angela Pumariega en la ceñida final para intentar conseguir la Alcaldía de Gijón, mucho me temo que todos juntos tendrán que trabajar a tres turnos hasta que se puedan permeabilizar de los problemas de la ciudad, con la incidencia añadida del escaso tiempo que queda para las elecciones. Sería de gran valía para la candidatura gijonesa contar con la figura de pablo Gonzalez y gente de su equipo, como importante ayuda para la confección del programa electoral y su seguimiento. Supondría no solamente facilitar el trabajo a la candidata, sino también el reconocimiento a una labor anterior bien hecha, y un gesto elegante hacia esas personas. Estoy seguro de que no defraudarían a nadie y el trabajo sin enredos quedará garantizado. Todos sabemos que la elegancia personal abunda poco en política, pero en este caso cualquier guiño resulta obligado con el único fin de restañar heridas, pues sería cínico negar que vuelve a haber importante malestar entre los populares de Álvarez Garaya en cuanto a las formas aparejadas. No es Pumariega la culpable. El reconocimiento recomendado serviría como la muestra principal de intentar conseguir la predicada, pero hasta ahora imposible, unión del Partido Popular gijonés, de momento inexistente. Lo demás serán brindis al sol.
Termino diciendo que, como todo el mundo sabe, Gijón tiene una seria paralización en las tres últimas legislaturas de importantes proyectos. Unas veces por incapacidad para lograr el necesario consenso político, y otras por notoria falta de ambición. Por ello, y en aras de que puedan resolverse, es preferible la tormenta de ideas con debate que la soporífera calma chicha, que lleva directamente a la desidia y a la desmotivación. Gijón no está para perder el tiempo.
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