La tan variada como abundante parrilla de eventos, en las variables de tierra, mar y aire, que este verano ofreció Gijón no pudo ser mejor. ... Los más agoreros pregonaban que este año iba a rugir la marabunta turística en la ciudad llevándoselo todo por delante. Al final se impusieron tanto el orden como la diversión. Por ello, justo reconocimiento a los responsables municipales encargados de velar por ambos cometidos. Cierto que si la 'pajarera' acristalada para El Bibio, como disparo de salida de la etapa estival, fue una ocurrencia sin parangón, acompañada de un estrepitoso fracaso, esta pudo quedar compensada en cierta medida con otras iniciativas, como la del montaje durante la Semana Grande de los 16 chiringuitos gastronómicos sobre el suelo del paseo de Begoña. Idea novedosa y que concitó, eso creo, satisfacción de políticos, hosteleros y público en general. Ha quedado claro que para una gran parte de los mortales la fritanga, la sidra en la calle y otros deseos culinarios encuadrados en la folixa veraniega, al fin y a la postre son lo que más nos va.
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Con independencia de este y otros eventos veraniegos a los que hemos podido asistir, el que sin duda alguna constituye el auténtico ADN de Gijón es el de la Feria de Muestras, la cual ha cumplido 100 años, recorridos en el magnífico libro conmemorativo de Rafael Suárez -Muñiz. El autor, de manera francamente entretenida, aborda desde varios frentes una buena parte de la historia de Gijón, con muchos relatos desconocidos y enraizados en cuestiones curiosas del centenario certamen. En lo anecdótico, su autor coloca merecidamente a la conocida familia López como un referente de la degustación ferial, y como uno de sus protagonistas al demandado bocadillo de calamares el cual nunca más podrá faltar. Sin que suponga una tacha, Dios me libre, y mucho menos un borrón del conmemorativo libro, se puede echar de menos una pequeña mención al inolvidable Jesús Beltrán, encajado dentro de la extraordinaria gestión de Álvaro Muñiz. Chus, para quienes hemos tenido la suerte de disfrutar de su amistad, era la Feria viva 24 horas y el que ante un problema, con una desvivida entrega siempre respondió con un torrente de cariño y simpatía, secundado todo ello de una buena acción. Hecho el merecido reconocimiento a esta buena persona, era esperado también que el certamen gijonés nuevamente alcanzara el récord de visitas. Soy de los que mantengo que cuando hay que hablar del éxito de la Fidma, no es fruto de la casualidad y sí de un ingente trabajo, lleno también de muchos desvelos, sobre un recinto que cada año obligatoriamente se ha de reinventar. Hoy, a través de este espacio de opinión que me brinda El COMERCIO, no se puede obviar al presidente de la Cámara de Comercio, Félix Baragaño, como artífice de la Feria del siglo XXI, quien desde que la comanda, acompañado de su magnífico equipo, la viene consolidando como uno de los certámenes más importantes de España.
Al hilo de pretender siempre Baragaño lo mejor para este escaparate gijonés abierto a todo el mundo, desde hace muchos meses lleva aporreando la puerta consistorial en aras de conseguir la ejecución del vial que de manera acertada quiere también dedicar a la memoria de otra magnífica persona, indiscutible impulsor de la Feria y gran empresario gijonés, como lo fue el desaparecido Claudio Fernández Junquera. Con el nuevo vial, y una vez que el consorcio ferial ha decidido modernizar el recinto, se pretende dotar a la Fidma de una nueva y necesaria fachada, coadyuvando a descongestionar el tráfico en el tramo final de la avenida del doctor Fleming mediante la apertura de una nueva vía con entrada y salida directa a la carretera del Piles al Infanzón. Con esta propuesta se conseguiría la evacuación de una buena parte del tráfico proveniente de la misma Feria, como del que se pueda generar de los acontecimientos celebrados en El Molinón. En su día esta solución viaria logró la conformidad del anterior gobierno local, socialista, y también de la actual alcaldesa, pero ella no la pudo encarar por falta de previsión presupuestaria. Afortunadamente, hace escasos días la señora Moriyon, en el recinto ferial, anunció la buena nueva de que los servicios municipales ya se habían puesto al lío. Es de esperar que el proyecto constructivo se presente por el consistorio antes de que finalice 2024, para que las obras se puedan iniciar en el primer semestre de 2025. Y, de paso, no sería descabellado dar un retoque paisajístico al parque de los inolvidables Hermanos Castro, pero preservando el necesario aparcamiento existente. De verlo pronto todo ejecutado, estoy seguro de que una buena parte de gijoneses lo valoraremos positivamente, pues además del interesante cambio de imagen que en esa concurrida zona se puede conseguir, a estas alturas nadie duda de que la genuina Feria de Muestras de Asturias ya forma parte del patrimonio de Gijón, y, por ende, nuestra regidora municipal ya pasa a convertirse en su aliada principal.
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