De un tiempo a esta parte a nuestra ciudad es como si la hubiesen mirado cinco tuertos a la vez. Y lo digo porque ya ... somos un montón de gijoneses los que, de golpe y porrazo, nos hemos vuelto agnósticos, dejando de creer en milagros políticos. Queda claro que los proyectos que llevan 25 años, o más, dando la vuelta a la misma farola pública es difícil que algún día podamos verlos ejecutados. Sean estos grandes o pequeños. La política, por ser transitoria, ella misma se convierte en inconsistente, volviéndose en este caso contra Gijón. La prueba más palpable es el manido vial de Jove, convertido en un canto a la incompetencia por el aborrecible y permanente desencuentro político. Esperemos que ante la nueva propuesta sobre el viario gijonés, puesta encima de la mesa consistorial por don José Antonio Santano, secretario de estado del Ministerio de Transportes, los partidos políticos y vecinos sean capaces de consensuar con esta persona un mínimo punto de arranque para encarar definitivamente el problema de los habitantes de la zona oeste de Gijon. De esta manera, no habría que esperar a que la agenda 2030 acabe con los motores de combustión y, por ende, con el ruido y la contaminación. Ojalá, los gijoneses podamos verlo.
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Cambiando de tercio, hoy, en este espacio que me brinda EL COMERCIO, traigo a colación la ocurrencia del Gijón Arena, que, dicho sea de paso, no despertó ninguna pasión en la ciudad. La construcción cerrada y traslucida que se pretendía instalar en el histórico coso taurino, con todos los respetos a su autor intelectual, se asemeja mucho a la pajarera de 'Parque Jurásico'. Pero, claro está, sin poder contemplar a los espantosos y extinguidos pterosaurios. Por ello, y en aras siempre de evitar un nuevo fracaso al concejal Oliver Suarez, me atrevo a aconsejarle como mejor ubicación para seguir con la singular burbuja la del parque de Isabel la Católica. De esa forma podría servir también de morada a los curiosos pavos reales, pájaros tropicales, aves autóctonas y otras.
Llegados a este punto, hay que decir que en la gestión de lo público tan criticable es no hacer las cosas como hacerlas mal. Por colocar las cosas en su sitio, con independencia del éxito lúdico-comercial que pudiese tener la idea y por mucho que se afanen en ello sus ideólogos, constituye un auténtico disparate en todos los sentidos. Olvida el concejal que la plaza taurina es un espacio histórico con 136 años a sus espaldas, ya que El Bibio, se construyó en 1888, habiendo sido vapuleado posteriormente por la Guerra Civil e incluso destinado durante esa época a campo de concentración. Afortunadamente, en 1941 se recuperó en su totalidad, bajo el proyecto del arquitecto Gijonés José Diaz Fernández-Omaña, autor en 1933 de La Escalerona. (A título de curiosidad, 67 años más tarde la emblemática bajada al arenal de San lorenzo fue reformada por su hijo, el ya fallecido hace algunos años Miguel Diaz Negrete. El entrañable arquitecto gijonés dejó una prolífica e interesante obra en muchos rincones de la ciudad).
Creo firmemente que sí realmente el actual gobierno municipal fuera capaz de tener una visión más larga y amplia de Gijón y deseara, de verdad, un lugar permanente de referencia taurina, cultural, social y de todo tipo de usos, y con aforo suficiente, ese lugar es la plaza de toros. Pero a tiempo total y no parcial, como se pretendía.
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Al hilo de esto, hace unos meses, publiqué un artículo sobre la propuesta de proceder a la cubrición de la plaza de toros gijonesa, sin alterar lo más mínimo el interesante estilo neomudéjar o cualquier otro elemento de su atractiva arquitectura. Hoy, al haberse convertido Gijon en destinos turístico de referencia para miles de personas, venidas de otras provincias y países, el bipartito gijonés debería realizar una consulta de tipo ambulatorio a insignes arquitectos de la talla de Diego Cabezudo, Javier Fombella, Angel Noriega, Enrique Perea, Ramón Palat y otros muchos. Todos elos lo suficientemente viajados y 'leídos', con una amplia vinculación desde hace años al urbanismo y a la arquitectura gijonesa y asturiana. Estoy seguro de que por su tantas veces demostrado tronío profesional, aderezado de un exquisito gusto en todas sus intervenciones públicas, podrían pintar una primera idea de lo que en la plaza gijonesa se pudiera hacer para conseguir su cubrición retráctil. Después, de la mano del Ayuntamiento, como ya lo había indicado en su día, habría que convocar un concurso de ideas de carácter abierto, culminando el trabajo el presupuesto municipal.
Convertir El Bibio en un nuevo espacio multiusos 365 días al año no es ninguna estupidez. Las plazas taurinas de León, San Sebastián, Logroño y Zaragoza, como otras muchas, ya lo son desde hace bastantes años, con unos resultados en todos los sentidos altamente satisfactorios. Gijón, como una de las principales ciudades del norte de España, con unas posibilidades turísticas inconmensurables, no puede quedarse atrás, sin contar en el centro de la ciudada con un referente cultural, deportivo y social de primer orden lo suficientemente amplio. Gijón y Avilés ya lo tienen desde hace años.
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