Gobernar Gijón, Pontevedra, Logroño, o Chipiona no ha de resultar tarea fácil, desde luego, y aún más difícil cuando ocasionalmente aparece un proyecto o iniciativa ... importante, sobre el cual un regidor municipal o regidora no sabe por dónde tirar. Cuando esto pasa es normal que el alcalde se desviva tratando de encontrar la mejor solución para su ciudad. En todo caso, deberá asumir que nunca podrá contentar a todo el mundo. La solución ideal en estas ocasiones sería poder realizar una consulta popular, pero en la mayor parte de los municipios españoles resulta sumamente complicado. Por suerte Gijón y su Ayuntamiento resultan una excepción a la regla, al poseer este último la herramienta adecuada para la apertura de la espita del dialogo, la comunicación, y hasta la consulta ciudadana, por contar desde hace varias décadas con el Consejo Social de la Ciudad. No hay que olvidar que en él se encuentran integrados los diferentes representantes de partidos políticos, organismos públicos, instituciones, sindicatos, Cámara de Comercio, asociaciones empresariales, vecinales, colegios profesionales... Todos conocedores a la perfección de lo que más le puede convenir a la ciudad y sus barrios. Aunque, a decir verdad, últimamente, poco se cuenta con este órgano municipal.

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Esta reflexión básica la traigo ahora a colación ante la ceremonia de la confusión que reina en torno a que Gijón pudiera aspirar a ser sede del Mundial 2030. De momento, como otros muchos gijoneses, me encuentro fondeado en la imposibilidad de saber qué opinar, al no poseer dato alguno de lo que puede suponer de gasto para las arcas municipales. Tampoco hay constancia de los diferentes frentes que habría que encarar e, igualmente, a dónde se podría llegar. Sin ningún género de duda, coincidimos todos con la señora alcaldesa en su pensamiento de que al tratarse de un asunto con un abismo financiero considerable no puede el Ayuntamiento afrontar en solitario semejante reto económico. Al hilo de esto, hasta la fecha no ha quedado clara la implicación económica del dueño del Sporting en las necesarias obras que habría que acometer en El Molinón. No hay que olvidar que el propietario del equipo gijonés es inquilino a perpetuidad, con precio de arrendamiento 'low cost'. De haberlo confirmado de manera firme y clara, se le habría podido compensar, por ejemplo, con un derecho de explotación 'sine die' para usos diversos del equipamiento deportivo, pudiéndolo convertir, incluso, en galería comercial, como están haciendo en otros estadios de fútbol repartidos por todo el territorio nacional. Tampoco es admisible la escasa determinación del Gobierno del Principado en cuanto a su colaboración económica. Está claro que el idilio político entre el presidente Barbón y la alcaldesa de Gijón, en beneficio siempre del municipio, de momento queda durmiente ,al menos ante el acontecimiento futbolero frustrado.

En lo que es difícil coincidir con doña Carmen Moriyón es en su planteamiento personal para justificar la denegación de la candidatura gijonesa para 2030, y por la siguiente razón: la cifra adelantada por el equipo de gobierno municipal de los cincuenta millones de euros ha sido calculada a vuela pluma. Siendo así, creo que no es soporte suficiente para tirarse a la piscina denegando a la ciudad la posibilidad comentada sin la más mínima justificación contable. Este episodio me lleva a recordar que el pasado mes de diciembre hubo otra denegación municipal por motivos parecidos. Se hablaba entonces de la conveniencia, o no, de convertir a Gijón en Capital Europea de la Cultura. Llama poderosamente la atención que en ambos casos la concejalía de la cosa económica del consistorio gijonés, con capacidad demostrada en materia presupuestaria, no haya confeccionado al menos una memoria básica de carácter financiero, escaneando las diferentes posibilidades de rentabilizar desde todos los prismas el aterrizaje de ambos acontecimientos en Gijón. .Refiriéndonos al Mundial, y sin entrar en demasiadas consideraciones, el evento no debería ser analizado exclusivamente desde la vertiente de una cuenta de ingresos y gastos y sí desde el análisis de las variadas sinergias que se pudiesen producir con carácter global para la ciudad. Pero esto sería harina de otro costal. Tampoco el PP municipal, como parte del gobierno gijonés, ha estado a la altura de las circunstancias, desconociéndose a fecha de hoy cuál es su posicionamiento en el tema. Necesario en todo caso, pues basta recordar que los populares municipales son los responsables de las concejalías de turismo y deportes y alguna opinión deberían haber soltado.

Ante tanto despropósito, se puede intuir al final que ninguna de las personas que tienen la responsabilidad de gobierno se preocupó de hacer los deberes, en tiempo, y forma. Habiendo llegado hasta aquí, es una pena realmente el que una gran parte de gijoneses nos vayamos a la cama todas las noches a dormir sin saber a ciencia cierta si para Gijón ser sede del Mundial 2030 pudiera aportar importantes beneficios a una ciudad que se desarma día a día, sin que nuestros gobernantes hasta ahora hayan demostrado el menor atisbo de preocupación. De haber obrado con diligencia, transparencia y responsabilidad, constituiría, sin duda, un claro asunto que tendría que haber cruzado el umbral del salón del Consejo Social de la ciudad para someterlo a un amplio y enriquecedor debate, con independencia del resultado. Desde luego, tiempo hubo. De haberse hecho seguro que hoy los gijoneses lo hubieran tenido más claro, incluso ayudando a salir al actual equipo de gobierno municipal del barrizal en que el solo se metió. Del mismo modo, hubiera constituido la prueba más palpable del racionalismo proclamado recientemente por la alcaldesa, y, además, sin sentimientos encontrados, al lograr nuestra regidora con toda seguridad el apoyo total de los gijoneses y sportinguistas. Habrá que esperar a que pueda surgir una nueva ocasión de contenido igual o parecido y ver qué pasa. Se dice que de los errores cometidos algo se aprende. Ojalá.

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