Jamás se podría entender la Universidad de Salamanca desde su fundación en el año 1218 por el Rey Alfonso IX de León sin la presencia ... del sabio y teólogo Fray Luis de León. Basta recordar que fue el máximo exponente de la literatura ascética durante la espléndida etapa del Renacimiento. Y tampoco, sin la del profesor y literato de fama universal don Miguel de Unamuno, autor literario del cual todos sabemos que, junto a otros ilustres escritores, filósofos y profesores, perteneció a la Generación del 98 contribuyendo de manera clara a enriquecer la literatura española y, por ende, la lengua castellana. Resulta necesario explicar el motivo por el cual enmarco este artículo que me permite EL COMERCIO con la frase salida de los dos pensadores, y que constituye el título del presente. Para ello, resulta obligado hacer un pequeño repaso de la historia de la universidad salmantina. Por razones cronológicas, en primer lugar, habremos de referirnos a Fray Luis de León, de quien cuentan que solía comenzar sus clases resumiendo la clase del día anterior. Es por ello que, cuando volvió a la universidad tras haber estado 5 años en la cárcel de Valladolid, cuentan los eruditos que recuperada su catedra y dirigiéndose a sus alumnos en su primera lección magistral les dijo: «Como decíamos ayer». Es decir, como si sus últimos años de presidio no hubieran pasado o computado en esa parte de su vida. Muchos años después, don Miguel de Unamuno, profesor de la misma universidad, fue exiliado en las Islas Canarias por escribir críticas contra la dictadura de Primo de Rivera. Curiosamente, cuando regreso a su docencia, quizás como prueba de cercanía y cariño a su fiel alumnado, y seguro que como muestra de rebelión contra la situación que padeció, empleó la misma frase que cuatro siglos antes ya había utilizado su antecesor clerical.
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Como no puede ser de otra manera, con sumo agrado elaboro en calidad de exalumno de la Promoción 74 del Colegio de La Inmaculada el presente artículo, con el mismo sentimiento de tiempo detenido en el ayer que expresaron los dos profesores de la universidad salmantina, aunque la interrupción temporal se haya producido por causas diferentes. Y, lo hago sin poder obviar como cuestión previa que, a lo largo de la dilatada vida colegial, ya pasaron miles de alumnos desde su fundación en 1890, incluidas, como no, las chicas que llegaron en el curso de 1972 a través del COU. Unido a esto, es importante destacar que la conversión del Colegio en mixto ha supuesto una de las apuestas más valientes emprendidas por los Padres Jesuitas, quienes siempre, a lo largo de muchos siglos, impregnados de la personalidad ignaciana, han venido demostrando día a día estar a la altura de todas las circunstancias sociales dando oportuna contestación a los requerimientos que en cualquier momento pudiese demandar la sociedad civil. Su único fin: mantener la contemporaneidad de la iglesia para ponerla al servicio del bien común.
El pasado 21 de diciembre, dentro del tradicional acto colegial que siempre de manera entrañable organiza la centenaria Asociación de Antiguos Alumnos de nuestro Colegio, sé celebro el día del Alumno correspondiéndole a la promoción del 74 conmemorar los 50 años contados desde la salida del mismo. No hace falta reseñar que el acto en su conjunto estuvo lleno de cariño, cordialidad, y hasta si se quiere de cierta espiritualidad acompañada de reconfortable añoranza. Como es habitual en este tipo de actos llenos de vivencias entrañables, siempre resulta obligado hacer recuento de compañeras y compañeros, que, a lo largo de estos años, en un momento de su vida, tristemente, nos dejaron para siempre. En paralelo también trajimos a colación el recuerdo de profesores seglares y, cómo no, de los que dentro del sacerdocio fueron también educadores y tutores. Ellos nos enseñaron lo mejor de cada uno y, no menos importante, el preciado regalo de su enorme sabiduría. En cuanto a esta promoción, tras las cinco décadas transcurridas se contabilizan 21 fallecimientos de compañeros y, en idéntica comparación, 26 profesores entre sacerdotes y seglares. Llegados hasta aquí, Clementina Castro, Pepa Telenti, Ramon Alonso, Nacho Cañedo, Perico Gonzalez, Francisco Alonso, José Román, Monchu Guerra, José Martínez, Rafa Friera, Luis Conde, José Luis Martínez, Pepe Coalla, Francisco Llaneza, Chicho Rendueles, Nano Sande, Ramon Álvarez Wodnik, José Bourgon, Jose Luis Perez Simón, Lalo Alvargonzález y Perfecto Villar. Hoy, todos reencontrados al haber superado la siempre difícil distancia, entre lo terrenal y lo divino, acomodados en el aula celestial, habrán escuchado de entre quienes también ya son sus inmortales profesores, la icónica frase de: «Como decíamos ayer». A buen seguro, con idéntico gozo que el transmitido hace ya muchos años por los dos sabios salmantinos a sus queridos alumnos.
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