El congreso 'errante' del PP gijonés

Dar un paseo mañanero por la calle Corrida, el Muelle, el Muro o la Plaza Mayor, arribando al siempre acogedor Hotel Asturias a tomar un ... café, y a la vez hojear EL COMERCIO, es placer de Dioses, al igual que lo puede ser el arte de amar, desear o soñar, como muy bien plasmó el escritor Marcelo Blu. En algunas ocasiones, ese preciado receso en el diario acontecer de cada uno te va a aportar sabiduría y conocimiento en lo referente a lo que se cuece en los mentideros políticos gijoneses. Que principalmente atañen a los tres partidos en liza, con independencia de que el bipartito que gobierna la ciudad guarde los modales, por aquello de simular la mejor muestra de estabilidad gubernamental municipal de la que ambas formaciones vienen haciendo gala. Aunque cierto es que muchos populares de la sede de Álvarez Garaya, tras un año de gobierno conjunto con Foro, no se esconden para reivindicar, de puertas adentro, que sus compañeros del ayuntamiento deberían mostrar voz propia en proyectos de la ciudad –vial de Jove, el Muro o 'el solarón'–, en los que mantienen sustanciales diferencias con sus socios sobre la forma de encararlos, y bajando el grado de supeditación a la alcaldesa doña Carmen Moriyon. Al hilo de lo que actualmente también bulle por aquellos lares, resulta palpable un cierto ambiente enrarecido y hasta si se quiere de confusión entre una parte de las huestes populares. La razón estriba en que nadie conoce los motivos de la dilación recaída sobre la celebración del congreso local, el cual se ha venido posponiendo más de lo debido. Y que ya se empieza a asemejar al holandés errante, por aquello de que vaga por un mar repleto de incertidumbres en cuanto a la forma y fecha de su celebración. Soy de los que pienso que el nudo gordiano se encuentra en la falta de autonomía del PP local, dependiente totalmente, desde hace un montón de años, de la organización regional; debería asumir la mitancia, como si de mandato bíblico se tratara, que en el Partido Popular asturiano, mientras no cambien las cosas, el presidente es quien pone y quita reyes; dando sabiduría a los sabios y conocimiento a los entendidos. Otrora, en Gijon estas cosas no pasaban, pero eran tiempos diferentes.