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Cuando parecía que el insoportable hedor a corrupción había salido de las cocinas públicas, nunca más lejos de la realidad, y recientemente nos entró a ... todos por el balcón un nuevo pestazo, que parece de Torrente. Da igual que proceda de Andalucía, de Cataluña, de Galicia, de valencia, o de Madrid. Es lo mismo que afecte a dirigentes del PSOE, PP o de cualquier otro partido cuyos integrantes, bien con mando en plaza o sin él, hayan decidido darse un repulsivo atracón de cualquier cosa valiéndose de los tentáculos del poder público. La verdad es que da mucha pereza escribir sobre ello, pues en cierta medida patentiza que la actitud corrupta permanece esculpida en el inconsciente de algunos sujetos y sería preferible no hacerlo. Pero en este caso es de obligado cumplimiento, por adhesión a la Guardia Civil ante el intento torticero de querer vincular al cuerpo con el impresentable Tito Berni, cabecilla de la trama del 'caso mediador', diputado socialista, hoy exdiputado, y tirado por el desagüe de la anticorrupción en aras de evitar otra vía de agua al Gobierno de España difícil de calafatear. Lo malo de todo este sucio embrollo es que, por culpa de cuatro garbanzos con gorgojo, se intenta tirar todo el saco al contenedor de la basura política.
Afortunadamente, hoy los cuerpos de seguridad del estado y tras la Transición, cuestionada por los independentistas catalanes y otros irresponsables -cuyo único fin es el de pulverizar la Constitución- se pueden asociar y manifestar y, por ello, gracias al garantista sistema democrático español, se defienden ellos muy bien y solitos a través de sus asociaciones profesionales. Quizás haya que recordar que el curioso nombre de la 'Benemérita' proviene del año 1929, ya casi cien años, a través de un real decreto donde al cuerpo armado se le concedió la Gran Cruz de la Orden Civil de la Beneficencia con distintivo negro y blanco. De la propia fuente del Instituto Armado se constata que este reconocimiento provenía de antaño, debido a los incontables servicios humanitarios y actos heroicos en los que se destacaron siempre los componentes del reconocido cuerpo.
Cierto y verdad que cuando se produce una catástrofe del tipo que sea ahí está siempre la Guardia Civil, y con el sobrenombre de Benemérita desde entonces se sigue conociendo al Instituto Armado. Esta presencia es la prueba más palpable del compromiso de todos sus miembros con la ciudadanía. Por todo ello, no puede ser que por culpa de unos mandos superiores de un enorme escalafón, y un general amoral y jubilado, se intente poner en cuestión el buen hacer de estos servidores públicos, quienes a lo largo de toda su historia se han ganado el prestigio a golpe de forja humanitaria contra un yunque de entrega civil. La mayoría de las veces con sufrimiento puro y duro, con escasas compensaciones.
A esta altura de las diferentes manchas de corrupción por todos los puntos cardinales, ¿a quién le extraña que los políticos y la política sean considerados por los ciudadanos uno de los grandes problemas del país? Lo malo es que, hecho el diagnóstico, corresponde poner el remedio a los mismos que han causado el desaguisado. Y, desgraciadamente, da la sensación de que los políticos no están muy por la labor. Se conforman con la retórica de justificaciones impropias de alguien que tenga el más mínimo respeto por los ciudadanos a los que representa, o negando el caso y, como he expuesto anteriormente, proyectando la culpa hacia la Guardia Civil. No es de recibo que Patxi López, como portavoz del grupo parlamentario socialista y para intentar lidiar con el asunto del diputado canario corrupto, se sacuda las manos y en tono airado, y empleando una retórica dudosa, pueda decir que en el asunto Berni ya no hay caso, dejando cerrada de esta manera la compuerta de la sospecha sobre otros diputados del Grupo Socialista que cenaron y tomaron copas hasta el amanecer con toda la banda corrupta.
La figura del pícaro, bien consagrada por la literatura española del siglo de oro con Quevedo a la cabeza, está bien asentada en los genes de una sociedad que suele mostrarse comprensiva con la malicia del malvado, con las andanzas del guitón desheredado de toda fortuna, que pone el ingenio al servicio de la supervivencia de alguno o de la propia. Por un lado López, y por otro Grande-Marlaska, de quien depende la Benemérita -y aun reconociendo que el 'caso cuarteles' es un frente viejo de presunta corrupción, donde tampoco queda liberado el Partido Popular, por desidia y pura omisión del entonces ministro Zoilo- no pueden mantenerse callados y están tardando en salir en defensa de los miles de mandos y números que componen este abnegado cuerpo. No hacerlo supone un agravio que ninguno de sus componentes honrados se merece. Tampoco el resto de partidos que conforman el grupo de la oposición, con nombres y apellidos, se han encontrado muy defensores que digamos del Instituto Armado. A ver si estos gestos indolentes de toda la clase política, sin excepción, van a generar que cualquier desaprensivo, que los hay y dándole pábulo al asunto, termine diciendo que la Benemérita Guardia Civil ha cambiado la divisa del honor por la tarjeta Visa o similar. En este previsible país todo puede ocurrir.
Gracias a su presencia permanente en cualquier sitio de Asturias, y como a muchos asturianos amantes de la naturaleza y de la montaña que admiran y valoran a la Guardia Civil, se nos pone todavía la piel de gallina en cualquier intervención del Greim, equipo de rescate de alta montaña de la Benemérita con base en Potes, al verlos colgados y encordados en cualquier pared del Urriellu, Canal de la Celada, en el Peña Santa o en el Espolón de los Franceses. Y quienes en compañía de Bomberos de Asturias, y apoyándose unos en los otros, realizan las arriesgadas maniobras de aproximación de los helicópteros, para las intervenciones de salvación de montañeros atrapados en la pared, acariciando con las aspas de los rotores de estas aeronaves las propias barbas de los inmovilizados, donde la abnegación pasa a ser otra divisa como el honor. Y no pararán hasta lograr la total liberación de los escaladores cautivos de la fría roca caliza. Esta buena gente, junto a otros miembros y mandos de cualquier unidad de la Guardia Civil que actúe en mar, aire o tierra, nada saben de sorbos de champán francés degustado en burdeles con bellas señoritas. O de restaurantes para comer o cenar que vayan más allá del menú del día. Simplemente, porque han sido educados en la austeridad, en la moral, en la ética y en la disposición hacia los demás y lo único que ofrecen y dan es disciplina, honorabilidad, lealtad y abnegación, hasta la muerte si es necesario. Por ello, la sociedad civil tiene la deuda permanente del eterno reconocimiento a la Benemérita Guardia Civil. Afortunadamente, somos miles de asturianos quienes creemos en este cuerpo, no deseando para nada que se intente adulterar su excelso comportamiento y encima por culpa de mandos con hombreras de las que no son dignos.
Finalmente, aprovechando este espacio que me brinda EL COMERCIO, y al haber hecho mención también a Bomberos de Asturias, para decir que todos sabemos que ambos equipos de salvamento de vidas in extremis son un orgullo para Asturias, sería bonito, halagador y emocionante verlos juntos en el escenario del Teatro Campoamor para recoger el Premio princesa de Asturias de la Concordia. Creo sinceramente que merecido lo tienen, y es de esperar que la Fundación Princesa de Asturias algún día se acuerde de ellos.
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