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El arresto de Sogepsa

El arresto de Sogepsa

La reducción casi total de su actividad, con desidia premeditada, casi la hizo pasar por el umbral de su disolución. Es de esperar que su actual presidenta, Nieves Roqueñí, le dé en los próximos meses el necesario impulso

Miércoles, 24 de enero 2024, 20:45

A lo largo de los años, a quienes en su día cumplimos de manera obligada con el noble deber patrio del servicio militar, paulatinamente se ... nos ha ido borrando de la memoria la letra del himno sacrosanto del deber de la patria y del honor que tanto entonamos en nuestros diferentes destinos. Cierto es que a la mayoría de los que pasamos por la mili -y sin entrar en otras consideraciones mayores, referidas a lo que nos pudo aportar la experiencia pasajera- no cabe duda de que nos dejó buenos recuerdos de convivencia, difíciles de olvidar. A ese respecto, para los que quisieran recordar sus tiempos cuarteleros, sin necesidad de flagelarse demasiado, resulta recomendable y hasta divertida la lectura de 'Ardor guerrero', de Antonio Muñoz Molina, premio Príncipe de Asturias de las Letras. Al hilo del abundante anecdotario recogido en el libro de Molina, del que seguro que nadie se podrá abstraer en el recorrido de todos sus pasajes, en alguno hace referencia a absurdas situaciones y a arrestos incomprensibles que se producían en su cuartel y, por extensión, en cualquier otro en el que hicimos el servicio militar. De manera personal, fuera de reemplazo como artillero valiente del RACA 42 de Córdoba, más tarde ascendido a furriel de la batería de servicios -todo un carrerón-. A título anecdótico también, un buen día recibí la orden de arrestar a un viejo camión, proveniente de la famosa ayuda americana del año 1968, participante en la guerra de Corea. El vehículo militar quedó fuera de servicio en un tendejón, muerto de asco. El hecho punible, un fallo en los frenos que, a su vez, lo implicó en un pequeño percance de tráfico sin mayores consecuencias. Puedo asegurar que tras catorce meses en el citado regimiento, y una vez obtenida 'la blanca' -cartilla militar-, allí seguía el camión, abandonado a su suerte.

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