Durante el último cuarto del siglo XX la arquitectura vivió un desarrollo a gran escala, impulsada por edificios espectaculares que dieron fama mundial a sus ... autores. Se corresponde con lo que la sociedad civil ha venido denominando la 'arquitectura estrella' que, dicho sea de paso, de nueva no tiene nada, pues ha estado presente a lo largo de los siglos. Pensemos en Le Corbusier, uno de los más claros exponentes de la arquitectura moderna, nacido en Suiza en 1887. E incluso podemos remontarnos aún más lejos, citando entre otros a Andrea Palladio o incluso a Miguel Ángel. Esta arquitectura ha girado siempre en torno a considerar al arquitecto como un genio. La verdad es que, sea estrella o no, personalmente yo así lo considero. Queda uno boquiabierto cuando cualquiera de ellos con mano rápida es capaz de confeccionar un singular boceto en una simple servilleta de cafetería, en la que ya se puede vislumbrar que puede constituir el embrión de algo importante. Hasta hace bien poco, y antes de la llamada burbuja inmobiliaria, grandes constructoras, instituciones, empresas tecnológicas, diputaciones y ayuntamientos venían recurriendo a los grandes nombres de la arquitectura mundial, haciéndolos emblema de la cultura contemporánea.

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Si nos fijamos bien, los grandes edificios proyectados por ellos terminan convirtiéndose en marcas: El Guggenheim, en Bilbao, o el Hotel Marqués de Riscal, en la Rioja Alavesa, ambos de Frank Gehry; la torre The Gherkin, de Norman Foster, en Londres, y cientos de proyectos repartidos por el mundo. De la misma manera, con la contratación de estos grandes genios nadie puede negar que se revitalizan las ciudades donde dejan una muestra de su obra, abriéndose entonces un importante debate sobre la arquitectura contemporánea.

Dicen los expertos en la materia que la arquitectura estrella ha sido una consecuencia de la globalización. Las ciudades quisieron hacerse atractivas a través de su urbanismo y, para ello, optaron dentro de las mismas por diseños exclusivos que fueran referencia, atrayendo a su vez visitantes de toda raza y condición y, por tanto, riqueza para la ciudad.

Pero no es oro todo lo que reluce y en algunas ocasiones las estrellas han supuesto una importante carga para la urbe donde dejaron su huella, dando lugar a un saco de problemas, con escasa respuesta profesional a posteriori. Un ejemplo cercano lo tenemos en Oviedo con Santiago Calatrava. Por no hablar de lo ocurrido en Venecia, Valencia o Bilbao. La pregunta que nos podemos hacer es si ha merecido la pena tanto esfuerzo económico y quebraderos de cabeza para las instituciones contratantes. Cierto es que, a pesar de todo, los edificios o lo construido sigue sirviendo de perdurable referencia.

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Me he permitido estas consideraciones para hacer planteamientos posibles en nuestra ciudad. El pasado 9 de febrero, en EL COMERCIO, publique el articulo 'La reinvención a través de Naval Gijón', en donde en síntesis decía que las ultimas transformaciones urbanísticas de Gijón se habían realizado hace treinta años, con el resurgimiento de El llano y la zona de Poniente, siendo alcalde de la ciudad Vicente Álvarez Areces, popularmente Tini. Hasta ese momento, trate de justificar que Gijón se encontraba falto de estímulos y adormecido desde la posguerra y sin muestra del mínimo atisbo de contemporaneidad. Creo, y en esto coincidiremos muchos gijoneses, que la ciudad está necesitada nuevamente de revulsivos urbanísticos y es el momento de que la sociedad civil, a través del debate, recupere los espacios que la política no ha conseguido impulsar, bien porque no supo o no quiso. Y la mejor forma de conseguirlo es contar con el Colegio de Arquitectos de Asturias. Seguro que sin el factor mediático de ser considerados estrellas, los arquitectos asturianos igualmente pueden ayudar sin duda alguna a lograr nuevos hitos para modernizar Gijón. De esta forma y en colaboración también con el Colegio de Ingenieros y a través de un concurso de ideas abierto, convocado por el Ayuntamiento gijonés, se lograría dar el primer paso, tratando de conseguir que la Plaza de Toros de El Bibio se pudiera convertir en un referente cultural, a través de un edificio multiusos con singularidad especial, para la celebración de congresos, eventos deportivos, musicales, hosteleros y de todo tipo, también los taurinos. Pero respetando su integridad y personalidad como plaza de toros, tanto interior como exteriormente. Gijón lo necesita. Oviedo tiene un importante palacio de congresos, además de un magnífico auditorio. Avilés hizo una apuesta importante en su día poniéndose en manos del estrella Niemeyer, constituyendo un referente internacional en la ciudad. No hace falta tener mucha imaginación para intuir, con la ayuda de estos profesionales, lo que se puede hacer. Seguro que cualquiera de ellos ya podría pintar una idea en una servilleta en el 'Cafetón' y, de la mano del Ayuntamiento, llegar a un diseño final. Luego habría que buscar la financiación.

Además, cuando se conforme la nueva Corporación resultante de las elecciones del 28 de mayo, y una vez que se sepa qué hacer con los terrenos de Naval Gijón, resulta fundamental la intervención de estos profesionales para el pretendido cambio de una parte de la fachada de la zona oeste. Si Burdeos lo está consiguiendo, ¿por qué no Gijón? Es cuestión de que nos lo planteemos. En su día, con Tini, se reconvirtió urbanísticamente la fachada de El Natahoyo, con Sogepsa, y a través de un concurso de ideas emergieron los famosos edificios barco de la mano de los magníficos arquitectos asturianos. Gijón está necesitado de referentes urbanísticos.

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