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Lo dijo Víctor Cimavilla cuando un buen día con su peculiar voz nos cantó: «Ya quisieran en Manhattan, en París o en el Japón tener ... una maravilla como la que tien Gijón». Víctor, antiguo alumno de la Universidad Laboral, tendría que ser nombrado merecidamente hijo predilecto de la ciudad tras una vida entera consagrada a cantar himnos de admiración y cariño a los grandes atractivos que atesora Gijón. Lo hizo en su día con 'Gijón del Alma', composición de Javier Díaz que ya es considerada como el himno oficial de la villa de Jovellanos, y más recientemente salió de él otra envolvente canción dedicada a la Laboral, motivo por el cual he comenzado con su estribillo el presente espacio de opinión. Hay que reconocerle a este entrañable personaje que no se puede alabar más y mejor a nuestra principal joya de la arquitectura, que se encuentra en Gijón y que desde hace tiempo ya es conocida mundialmente con independencia de que algún día se pueda cumplir uno de nuestros anhelados sueños: que el monumental edificio junto a todos sus anejos sea declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. No obstante, en paralelo, habría que buscar la manera de conseguir en colaboración con el Gobierno Regional la culminación de todas las partes del proyecto de Luis Moya, un proyecto que, desde hace muchos años, se encuentra inacabado y que ni su autor ni sus promotores pudieron ver jamás finalizado. Si este es un objetivo esencial, no hemos de olvidarnos de la costosa recuperación, mantenimiento y saneamiento de otros espacios, algunos de los cuales amenazan inminente ruina. La misma Asociación de Antiguos Alumnos de la Laboral lo viene advirtiendo desde hace tiempo, por no hablar de la futura limpieza de todas las fachadas que en algún momento habrá que encarar. En toda esta labor presente y futura no se puede obviar la impulsión permanente que siempre ha realizado la asociación; sin la ingente labor de este colectivo, unida a la que igualmente viene realizando el Gobierno del Principado, nada hubiera sido igual y han de ser objeto de reconocimiento ambos tutores. Para poder conseguir globalmente la complicada puesta al día y acometer las labores de recuperación, restauración y preservación del complejo arquitectónico hay que ser conscientes de que no se puede dejar solo al Gobierno Regional, ya que esta es una responsabilidad que ha de ser compartida entre organismos públicos y, de cierta manera, también dando entrada a la iniciativa privada a través de una colaboración mixta. La Asociación de Antiguos Alumnos lo tiene claro.
Desde hace algunos meses, los antiguos alumnos se están planteando lo que ya es un clamor a voces, y que gira sobre la posibilidad de lograr la iluminación extramuros de todo el entorno de la Universidad y la mejora de la existente en el interior. No es que nunca la haya tenido; relata Manolo Nevares, presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos, que hasta más allá de los 80 la Uni –así la conocen sus antiguos alumnos– tuvo iluminación artística, y muchos la recordamos. De su reinstalación y mantenimiento se encargaron dos manitas gijoneses, Avelino Fombona y el ya desaparecido Francisco González quienes, después de salir de sus respectivos trabajos, hacían milagros para lograr que fluyera un mínimo de corriente eléctrica por aquella penosa instalación de cables embutidos en tuberías de plomo. Así resucitaron con luz la Laboral en la noche de Gijón y se logró revelar su magnífico esplendor. Ahora, cuando esta obra de arquitectura se encuentra en ciernes de su reconocimiento mundial, quizás sea el momento de recurrir a la iniciativa privada, tal como indicaba anteriormente. Por ello, en cuanto a la iluminación artística del conjunto inmobiliario, la energía fotovoltaica puede erigirse como fundamental a través de la figura del autoconsumo. Existen diferentes alternativas dentro de esta modalidad, ya sea en autoconsumo individual o colectivo, y ambas pueden encajar perfectamente en un modelo al que ya ha recurrido un gran número de organismos repartidos por toda España para que edificios y equipamientos públicos pudieran disminuir sus costes energéticos y ser a la vez más eficientes. Además, el modelo apuntado no requiere aportación alguna por parte de las administraciones, porque la empresa seleccionada mediante concurso público se encargaría de toda la inversión. Una vez decidido el espacio donde se montaría la instalación solar, la empresa asumiría la producción y venta de la energía a la misma Universidad a través de un contrato de suministro a largo plazo. Es cuestión de estudiarlo con empresas especializadas en energía solar y de hablarlo con el mismo Principado. El objetivo sería analizar posibles alternativas que conduzcan, como fin último, a reducir el coste de la factura eléctrica durante el día. Ese ahorro compensaría el mayor gasto nocturno que pudiera originar el nuevo alumbrado que ahora se pretende. Sirva como importante referencia para este tipo de instalaciones el modelo de instalación solar que ya existe desde hace unos meses en la FIDMA: con una generación de 380 kilovatios abastece el 23 por ciento de las necesidades de consumo del recinto ferial con una importante bajada en la factura eléctrica, además de reducir 132 toneladas de emisiones de CO2 al año. Actualmente existen importantes subvenciones para el montaje de estas instalaciones, incluidas baterías de almacenamiento para consumo nocturno. Sería bueno plantearlo con el fin de lograr esa iluminación tan proclamada y que pudiera venir de la colaboración de la iniciativa privada. Puede ser un primer paso, la primera luz en el sendero hacia el sueño de la Universidad Laboral que comparten hoy Gijón y el Principado.
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