Hubo una época en la que todos los partidos tenían una estrategia, un plan supremo a cuya consecución se supeditaban las decisiones parciales. Durante siglos, las tácticas, planes urgentes, concretos, limitados a una coyuntura determinada, ocuparon un papel muy secundario. Una táctica errónea, incluso si ... conducía a una derrota electoral, era un contratiempo que no comprometía el futuro del partido que la había puesto en práctica. La estrategia, determinada por la aspiración a transformar la realidad, servía a un fin demasiado precioso, demasiado elevado como para desgastarse con facilidad.
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Entonces, la política no estaba asociada al enriquecimiento de quienes la practicaban, más bien al contrario. Lo malo del socialismo es que te quita muchas tardes libres, decía Oscar Wilde. Esa fue la realidad de generaciones enteras de ciudadanos que militaron en detrimento de su tiempo de ocio, de sus horas de sueño y hasta de su propio bolsillo, sacrificando cuanto tenían a la consecución de un fin superior, un ideal que les daba más de lo que les quitaba. Resulta paradójico que la indignación justamente provocada por el intolerable nivel de corrupción que padecemos, se haya visto asociada a la aparición de partidos que juegan siempre en el corto plazo, anteponiendo las tácticas a una estrategia oculta o inexistente, y apostando todo su capital a una cita electoral. Y así les va. El problema es que ese tacticismo lo han contagiado a todos.
Escribo esto el día en el que la ministra Darias, el presidente Barbón y la alcaldesa González se pasean por unos praos al lado del Hospital de Cabueñes para anunciarnos que quince años después, pronto se iniciarán las obras para ampliar el hospital público. Pero será casualidad o no, es también el día siguiente del Pleno que aprobó, con los votos favorables de los concejales socialistas, el acuerdo con la empresa ICDQ Gijon SL para permutar esos praos por otras parcelas, ahora municipales, para la construcción de un hospital privado del grupo Quirón salud.
No seré yo quien niegue el derecho de cualquier empresa a instalarse donde quiera. Pero sí el que le señale a los dirigentes socialistas que la sanidad privada no viene a ser complementaria de la pública. Viene a competir con ella. A hacer negocio. Porque parece que no lo tienen claro. Se confunden.
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Cuando todos los partidos tenían una estrategia y una ideología, esto no pasaba.
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