La sabiduría en un gesto imperceptible

En mi experiencia de elección de profesionales que me asistieran en las responsabilidades institucionales, seguramente poder contar con ella ha sido uno de mis mejores aciertos. Desde el primer momento puede ver cómo la profesión periodística respetaba y atendía sus peticiones, recibía con interés sus sugerencias y entendía bien nuestros mensajes, que ella elaboraba y cuidaba, de la mañana a la noche. Comenzando a primera hora, cuando nos encontrábamos en el despacho con el resto del equipo y hasta el momento de abandonar la jornada, su calmada atención nos daba a todos seguridad y confianza en que nada de lo profesional estaba desatendido, ni un solo momento. Para lo grande y para lo pequeño siempre estaba allí.

Si la cara, dicen, es un espejo de algo más, los gestos en Pepa, leves, a veces casi imperceptibles, nos señalaban muchas veces antes que sus palabras, cómo tratar este o aquel asunto para que todo pudiera ir mejor. En la más sencilla nota de prensa para un asunto cotidiano o en la elaboración de una información respecto a una materia importante para Asturias, todo tenía en sus ojos, en su fruncir el ceño o en su sonrisa o rictus de preocupación, una señal que avisaba de algo. Capturar ese instante, vislumbrar ese gesto, era la señal para presentir que, sobre cada asunto, Pepa nos iba a dar una opinión sabia, fruto de su mirada generosa y amable, que gustaba de compartir con la misma discreción con la que ahora se nos ha ido, irremediablemente.

Estará pues en el mundo de la memoria indeleble de mucha gente que la quería. En el de su familia, el de Miguel y sus hermanos y allegados, pero también en el de tantos como hemos tenido la suerte de contar con su colaboración y con su sabiduría, expresada siempre en el latir convencido y comedido de un espíritu cordial, siempre generoso y abierto. Por todo eso la recordaremos siempre.