Lo peor de esta campaña en las elecciones madrileñas no es que se parezca a una de principios del siglo XX. O sea, comunismo versus fascismo y viceversa. Tampoco que el lenguaje y las formas sean anticuadas, obsoletas e incluso tremendistas. Vamos, que el «no ... pasarán», los «cordones sanitarios» y el fin del mundo están a la orden del día. Lo peor, digo, es que se están utilizando las amenazas a los políticos de forma obscena. Si recuerdan, esto empezó en una tertulia radiofónica el pasado viernes cuando Pablo Iglesias, la abandonó para «no blanquear al fascismo». Todo ello, porque Vox había puesto en duda la veracidad de unas cartas con balas recibidas por él y su familia, junto con el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y la directora de la Guardia Civil. A partir de ahí el clima de la campaña se volvió irrespirable. Poco menos, que una carrera alocada de enfrentamientos agrios y continuos entre los dos grandes bloques que se disputan el voto (izquierda y derecha). Posteriormente, la ministra de Industria, Reyes Maroto, también recibió una misiva similar y se apresuró a condenar el fascismo. En realidad, fue enviada por un esquizofrénico que hasta había puesto su nombre en el remite. La verdad, no creo que nada tenga que ver esto con ningún movimiento ultra. Sin embargo, se metió en la misma olla electoral para que su presión aumentase.
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En los últimos días, la presidenta de la comunidad, Isabel Díaz Ayuso, y el expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, han recibido también las famosas balas. Como ven, esto de las amenazas, desgraciadamente, no viene solo de un lado. Es más, son continuas a lo largo del tiempo que se ostentan los cargos y se aceleran en periodos electorales. Cualquiera que haya participado en alguna campaña lo sabe de sobra. Lo malo, repito, es que se quiera hacer mucho (pero mucho) ruido con ello. Calentando el clima hasta límites insospechados y luego pasa lo que pasa: cualquier loco, extremista o tarado acaba creyendo que su misión en la vida es erradicar el mal que representa un político cualquiera. No me extraña, pues, que estemos un poco atónitos si esto es lo que nos espera. Es decir, si los comicios madrileños son una especie de preámbulo de como va a discurrir la política nacional, aviados vamos. No les cuento nada si esta forma de afrontar unas autonómicas se impone a nivel nacional. Asistiremos a un peligroso viaje de regreso a las dos Españas.
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