Mirar hacia atrás está prohibido. Según la mitología, por mirar hacia atrás Orfeo perdió a su amada Eurídice. Fue incapaz de continuar caminando sin asegurarse de que su mujer le seguía, desconfiando de las tretas de Hades, señor del inframundo. La cosa está organizada para ... obligar a guardar silencio a los que observan lo que otros no vemos, mientras que, sin el más mínimo murmullo, los algoritmos van marcando nuestro devenir, al compás del comercio y el control. Somos supuestamente libres en un mundo en el que los colores se transforman en barnices, las iniciativas espontáneas en nuevas prohibiciones y los agricultores son juzgados por el brillo de sus tractores y no por la justicia de sus reivindicaciones. Poco se podía imaginar el matemático persa Al Juarizmi cuando publicó sus 'Reglas de la reposición y de la reducción' que sus algoritmos atravesarían los siglos para gobernar en la sombra a una humanidad agobiada por la incertidumbre. Pretenden hacernos creer que la mayoría de las desgracias del mundo son fruto del azar, de la obtusa obstinación de unos y del odio y avidez de los otros. En las escuelas no se estudia la diferencia entre casualidad y causalidad y los vestigios de una educación judeocristiana basada en la culpa y el miedo hacen el resto.
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Todo el mundo se quiso hacer una foto con Nelson Mandela cuando llegó a presidente, muchos de los que, con su apatía, dejaron que se pudriera en la cárcel. Lo mismo está pasando con Julián Assange. Su caso sería la vergüenza del mundo occidental si no fuera también la tortura sistemática e implacable de un ser humano, cuyo único pecado fue tener más pelotas que los demás. Este orbe es tan contradictorio que el máximo galardón para quienes trabajan por la paz se sufraga con las rentas del inventor de la dinamita –que igual sirve para hacer túneles que para liquidar humanos– y la más prestigiosa distinción para premiar el trabajo periodístico lleva el nombre de Pulitzer, el magnate de la prensa yankee que inventó las 'fake news'. No creemos y desprestigiamos todo aquello que excede nuestras capacidades de raciocinio, en cuanto que sucumbimos a la certeza cuando la explicación encaja en nuestra confortable concepción del mundo. Separamos el blanco y el negro y los buenos y malos, cuando en realidad nuestra división es tan estéril que obedece a que, simplemente, creemos mentiras distintas y hablamos de cosas diferentes empleando las mismas palabras. Soy consciente de que a nadie le suele agradar la mano que señala, ni el mensajero que pregona lo que no queremos oír. No existe la inteligencia allí donde no hay cambio. Si Assange mintiera nadie perdería el tiempo en intentar silenciarle.
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