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Cuando el tópico de moda está en la cresta de la ola, cualquier mueca es aceptable para alguien ansioso de novedades. En el momento en el que los focos están concentrados en la tontería del día, es necesario un plus de valor para pinchar el ... globo. Para quienes vivimos una falta de libertad estructural, resulta antipático hacer una crítica que pueda considerarse tutela del libre albedrio. Parece ser que entre el 'Zorra' y el 'Cara al Sol' no existe un territorio de sombra. No es la moral la que sufre, es el mínimo sentido estético el que se va a pique, ante la indiferencia de unos intérpretes y sus acólitos, a los que les producen sudores íntimos las opiniones contrarias.
Si usáramos las redes sociales como termómetro, nos encontraríamos con una multitud de ejemplos en los que el sexo ha pasado a ser un banal ejercicio deportivo, en que prima la cantidad con respecto a la calidad y la procacidad se junta con el analfabetismo. Conservo mis dudas acerca de si un atracón de jodienda, más emparentado con el abuso de un dipsómano, puede equipararse en cuanto a gozo perdurable con un amor cocinado a fuego lento. El algoritmo nos acerca algunos vídeos recurrentes, lo suficientemente breves como para que sucumbamos a la curiosidad. Una vez más la mujer es el objetivo, aunque ellas no parecen excesivamente ofendidas: ¿braguita, tanga o nada? ¿Qué playas conoces de Bolivia? El arte, como el sexo, tiene su propio lenguaje. Los fetiches que acompañan al ayuntamiento carnal son cómo los acentos ortográficos, la parte que sustituye al todo, la espoleta que desata la pasión.
Pero cuando la creación se convierte en un conjunto de fetiches destinados a agradar a un público concreto, ésta queda como un collar de bisutería. Ni siquiera puede escandalizar a las morales más estrictas aquello que, por de pronto, ya aburre a las piedras. Este mundo que emerge desde las pantallas parece querer despojar a los individuos de todas aquellas funciones sagradas con las que están investidos, cosificarlos, reducirlos y canalizar sus energías hacía la producción o el conformismo. En pos del estar y del tener en detrimento del ser. El matiz y la provocación subyacente han sucumbido ahogados en sal gorda, vulgaridad y repetición, apretados en cuero sintético que salvará animales, pero que contamina tanto como cualquier otra industria. Si atendemos a las estadísticas, ni una supuesta liberación de las costumbres ni el acceso libre a la pornografía han conseguido limitar las agresiones sexuales, si acaso, se ha ampliado el abanico de necesidades artificiales, convirtiendo las fantasías -lo mejor de lo peor- en un reto a superar por una juventud sin ritos de paso. Feliz San Valentín.
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