Uno pensaba que después del anterior ministro, sin otras prendas que su jovial desenfado, tal vez llegaría alguien más profesional, capaz de reconstruir alguna de las maltrechas estructuras culturales de lo que viene siendo España. Pero lo que nos llega, cómo no, es un señorito ... economista -los de derechas eran abogados del estado-, no sé que será peor. No tengo nada en contra de esa profesión, aunque en general sirva más para asegurar beneficios que para repartirlos o generar conocimientos complejos. Tal parece que el nuevo cabecilla ministerial llega con trapío, con ganas de 'deconstruirlo' todo, sin saber muy bien qué le molesta más, si los vestigios de nuestra antigua grandeza o la enésima sospecha de que seguimos siendo cómplices de algún latrocinio. Si lo que quiere el nuevo mandamás es remediar robos pasados, podría empezar por reclamar la multitud de piezas artísticas de nuestro patrimonio que fueron sustraídas por Napoleón, o las perdidas por derecho de conquista, pago de favores o venta fraudulenta, que llenarían museos.
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Parece ser que lo que pretende es seguir alimentando la fabulosa campaña de desprestigio, iniciada con éxito por los países que competían con el nuestro cuando ampliamos nuestros horizontes, como otras tantas naciones del mundo sin tantos remilgos. Si le preocupa la descolonización podría empezar por el 'Sahara Español'. Ahí vivían otros compatriotas nuestros, más oscuros de piel, dueños de un DNI ribeteado en rojo y gualda que hoy empapan con sus lágrimas, aunque los llantos que importan al ministro sean los de hace siglos. Las colonizaciones, todas las colonizaciones, llevan consigo un montón de espejos, algunos materiales, para sobresalto y embeleso de los nativos; otros más sutiles, hechos de moral, leyes, religión y prejuicios. Es así como cada persona y cada pueblo va fabricando sus máscaras, unas hechas con palabras y otras con imágenes. Aunque cada una de las aberraciones que se nos atribuyen a los españoles fuera cierta, no deberíamos desdeñar tan alegremente nuestro historial clínico: la suma de todas aquellas acciones nefastas reflejadas en un soporte tangible es lo que fuimos, nuestra historia con sus luces y sombras. Para Plotino, el alma era un espejo que creaba las cosas materiales, reflejando las ideas de una razón superior. Todo proceso colonizador lleva consigo la aculturación de los pueblos sometidos y la importación de nuevos patrones. Delimitar aquello que sería preciso conservar de lo viejo y meditar sobre aquello que no sirve de lo nuevo, sería una reflexión valiosa para cualquier sociedad, pero abolir el pasado desde el 'presentismo' más burdo es hurtar a las nuevas generaciones lo que fuimos, escondiendo bajo la alfombra todo aquello que incomoda a un nuevo paradigma que, paradójicamente, nunca ha concurrido a unas elecciones.
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