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El desencanto

En Asturias, en vez de taimados taberneros, hay cientos de trabajadores sacrificando su verano por el del prójimo

Lunes, 14 de agosto 2023, 02:02

Todo el mundo debería trabajar de camarero alguna vez para comprobar en primera persona las miserias del ser humano cuando se cree en una situación de superioridad. Esto no significa que el único futuro laboral de quienes se incorporan al mercado de trabajo tenga que ... ser la hostelería. Entre que los destinos turísticos maduros tiran a podridos y que la psicosis climática empuja a las masas hacía latitudes más templadas, el lleno asturiano está asegurado. Siempre habrá 'refalfiaos' que se obstinaran en ver el vaso medio vacío, como la gata Flora que en el regazo grita y en el suelo llora. Se cuenta que Guy de Maupassant, uno de tantos intelectuales franceses que pensaban que la Torre Eiffel había arruinado París, almorzaba cada día en el restaurante de la torre, alegando que ese era el único lugar desde donde no podía verla. Entre los que se ofenden por todo, incluso por el hecho de que miles de ciudadanos acudan a un evento amparado por la ley, y los que consideran que el espacio anejo a sus casas también les pertenece, está emergiendo una especie que se cree en el derecho de tutelar el ocio ajeno según sus propios paradigmas, ignorando cualquiera de las razones del otro, con la soberbia del analfabeto que hace ostentación de su propia ignorancia. Procusto, el mítico posadero de la ciudad griega de Eleusis, trasunto pagano de Compostela o Jerusalén, donde los helenos acudían a venerar a las diosas Deméter y Perséfone, se hizo famoso por secuestrar a los viajeros y obligarles a ocupar una cama diabólica que estiraba sus piernas, si estos eran de corta estatura, o guillotinaba sus pies si eran espigados. En esta canícula poselectoral existen muchos seguidores de este mesonero abusivo, que como hijo de Zeus, se creía en el derecho de forzar a sus huéspedes a sufrir en su catre perverso. Esta leyenda, maestra como otras tantas que olvidan los planes de estudios, ilustra la personalidad de los que no reparan en medios para intentar adaptar la realidad a sus intereses particulares o a su estrecha concepción del mundo. En Asturias, en vez de taimados taberneros, hay cientos de trabajadores sacrificando su verano por el del prójimo. En la vida - a diferencia de la escuela, donde al principio aprendes la lección para después examinarte- primero se pasa la prueba para después aprender la lección. Lo único que no podemos permitirnos es la desilusión, hay que seguir lapidando pacientemente el diamante que cada uno lleva consigo, con la esperanza que alguien sepa valorarlo. Por muy oscuro que sea el camino, siempre encontraremos una luz inesperada que nos hará olvidar todas las puertas que se han ido cerrando a nuestro paso.

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