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Mucho se ha insistido en que la historia es reincidente, pero nunca es suficiente para las multitudes desmemoriadas. Durante las Cruzadas, los caballeros cristianos huyeron de deudas y conflictos familiares en busca de aventuras, con el vano objetivo de rescatar el sepulcro de Jesucristo, que ... según las escrituras debería estar vacío. Desde nuestro prisma eurocéntrico y avasallador, esa lucha a muerte por los lugares santos sucedió hace demasiado tiempo para importarle a nadie, pero el mundo musulmán, poliédrico como el cristiano o el judío, se sintió obligado a enrocarse en una identidad levítica, construida en contra de la influencia pecaminosa y violenta del occidente cristiano. Recordemos que su visita a la península Ibérica fue por invitación de una de las facciones visigodas en conflicto y que aquí no se encontraron, como afirma la publicidad integrista, con ningún estado monolítico en lo religioso y político, sino con un rosario de facciones enfrentadas, sin una idea de nación ni de fe: nestorianos, adopcionistas, arrianos o priscilianistas, pugnando sobre los rescoldos de lo que quedaba del mundo pagano prerromano.
Es muy difícil tener una visión cabal de un conflicto ocupando tan solo una orilla del río de la historia, demasiado caudaloso para no obligar al observador a mojarse, para tener una visión equilibrada que escape de la espiral de acción-reacción. Quien piense que Occidente no tiene responsabilidad en la deriva del islamismo radical es simplemente un iluso. Las potencias en conflicto han armado y bañado en dólares a las facciones más fundamentalistas, para utilizarlas como peones en sus juegos geopolíticos. Ocurrió en Afganistán, donde eliminaron a grupos laicos que luchaban contra los rusos, y ocurre en Palestina, porque la violencia de los grupos terroristas justifica el terrorismo de estado israelí. Luego alguien dirá que el país sionista es 'la única democracia en la región, bastión contra el peligro musulmán', cuando en realidad es Israel la piedra en el zapato y la espina envenenada en el pie de unas sociedades que precisan progresar por su propia voluntad, sin que nadie de fuera les diga cómo vivir o en qué creer. Israel domina como nadie el victimismo de pueblo masacrado, para ajusticiar sumariamente a una población civil que interrumpe sus planes expansionistas, llamando escudos humanos a unos habitantes hacinados en la zona más superpoblada de la tierra.
Israel es un régimen teocéntrico, basado en la supuesta cesión divina de las tierras que robaron, que curiosamente tiene dentro a sus más acreditados antagonistas, el grupo Neturei Karta, denunciando la ilegalidad de la ocupación sionista que dinamita la convivencia y fomenta la judeofobia. Revisen la declaración de Balfour o escuchen a Frank Zappa, cuando afirmó que los políticos son la división de entretenimiento del complejo militar industrial.
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