Mariah Carey. Reuters

Mariah

A LA ÚLTIMA ·

Con los años, la Carey aprendió a reírse de sí misma, a hacer de la necesidad virtud y a conseguir la amnistía de todos los que la habíamos condenado por hortera

Para los de nuestra generación, Mariah era María. Por aquel entonces, la muchacha aún estaba bajo el poder afectivo, económico y artístico de su primer marido y, nosotros, bajo el de nuestros padres. Su santo, que no era tal, la mantuvo oprimida entre los lazos ... de una muñeca repollo, pero la protodiva se separó, se convirtió en una muñeca sexy y nosotros, tan emancipados ya como ella, empezamos a llamarla Maraya, así, con acento de Miami. De Mayami, perdón.

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Después, Mariah pasó de muñeca sexy a chochona. Recauchutada y envasada al vacío, siempre iba acompañada por un ventilador gigante que le sacudía la melena. «Entre ser ordinaria y lo siguiente hay un paso, y ese es Mariah Carey», dijo Mario Vaquerizo cuando todavía nos hacía gracia. Pero, con los años, la Carey aprendió a reírse de sí misma, a hacer de la necesidad virtud y a conseguir la amnistía de todos los que la habíamos condenado por hortera.

Cada 1 de noviembre, Mariah da paso a la temporada navideña. Esta vez ha salido de un bloque de hielo para lanzar su tradicional «It's time!» precediendo los primeros compases de 'All I want for Christmas is you'. Y ahora sí, ahora Abel Caballero ya puede provocar su explosión nuclear, y Albiol decorar en Badalona «el árbol más grande del universo». No entiendo que estos señores compitan por ver quién tiene las bolas (de Navidad) más grandes, pero hacerlo antes de que Mariah dé el gorgorito de salida es un delito de lesa majestad. Porque ella, y solo ella, es la reina de las Navidades.

Mientras, el resto empezamos a fibrilar viendo lo que nos espera: ese ponernos entre blandurrios y de los nervios a partes iguales, ese compensar a base de turrones el sabor de boca amargo que nos dejan las ausencias. En fin.

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