Decenas de voluntarios participan en los trabajos de limpieza de un garaje en Paiporta. EFE
Opinión

Si Dios quiere

A la última ·

Ante la incompetencia, la irresponsabilidad, la dejación de funciones y el echarse la culpa unos a otros para no tener que asumir la propia en medio de una catástrofe, no hay conjuros que valgan

Sábado, 9 de noviembre 2024, 00:01

De pequeña, dormía en la habitación de mi abuela. Tapada hasta la nariz y antes de que se me cerraran los ojos, le decía «buenas noches», y ella lo remataba con un «hasta mañana, si Dios quiere». Al periodista Martín Caparrós, diagnosticado de ELA desde ... hace tres años, también se lo decían. Se lo cuenta a Alberto Moyano en una estupenda entrevista en El Diario Vasco: «Ahora todo es mucho más claramente eventual. Eso lo conocían nuestros mayores cuando decían «hasta mañana, si Dios quiere. Tenían esa idea de que nada estaba confirmado, pero la fuimos perdiendo y empezamos a creer que somos dueños de un futuro infinito y menos angustioso».

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Vivimos en la incertidumbre porque nunca sabemos si Dios querrá o no. Si ha querido, si el conjuro ha surtido efecto y hemos superado los males de la oscuridad, nos levantamos dando los buenos días para sortear otras calamidades, las que nos acechan bajo la luz del sol. Porque para tener un día bueno no hace falta que te toque la lotería; a partir de una edad, te conformas con que la vida transcurra sin grandes sobresaltos, con que lo ordinario no se convierta en excepcional, con poder contestar «pues nada, lo de siempre» cuando te preguntan qué tal. Y lo de siempre es tomarse un café, pegarse una ducha, coger el coche, llevar a los críos al colegio, irse a currar, terminar de currar y volver a una casa con luz y agua corriente, con ropa limpia en el armario, comida en la nevera y fotos familiares sobre la cómoda del salón. Pero, a veces, ante la incompetencia, la irresponsabilidad, la dejación de funciones y el echarse la culpa unos a otros para no tener que asumir la propia en medio de una catástrofe, no hay conjuros que valgan. Ni dios que nos salve.

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