Corporaciones políticas reaccionarias y de ultraderecha siguen sin querer reconocer la violencia de género, utilizando los términos violencia doméstica o violencia intrafamiliar para confundir y tratar de eliminar, a sabiendas, la especificidad de la violencia ejercida contra la mujer por el hecho de serlo.
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Esta ... forma de utilización falaz del discurso, no tiene otro objetivo que tratar de invisibilizar uno de los problemas sociales de nuestro país: la violencia machista.
Es voluntad del legislador luchar contra la violencia ejercida como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por análoga relación de afectividad, aún sin convivencia, y son los tipos delictivos previstos, tanto las lesiones, malos tratos habituales, amenazas, etc., como la propia agravante 'por razones de género', los que la regulan y no panfletillos políticos.
La manipulación es tratar de trasladar al auditorio que hay una desigualdad de trato en tanto que se diferencia si el sujeto activo es mujer u hombre, lo que daría lugar a la violencia familiar en el primer caso y a la de género en el segundo -entendiendo por defecto la dominación machista- y olvidar que eso se realiza justamente así para perseguir la igualdad.
Hacen de algo discutible en casos muy puntuales, un discurso falsificador de toda realidad, tratando de decirnos algo así como que no hay violencia de género, y que es 'casual' que el sujeto pasivo sea una mujer, cuando sabemos que no es así.
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Pero antes de todo esto, antes inclusive de que los jueces puedan juzgar, debe existir una verdadera denuncia social y una identificación personal de cada mujer que está padeciendo violencia machista, como víctima de la misma, es decir, darse cuenta de su situación para no tapar o excusar al maltratador, ni culpabilizarse a sí misma.
Es ahí donde entra la necesidad de los testimonios como el de Rocío Carrasco, eliminando esa trasnochada expresión de 'los trapos sucios se lavan en casa', que todos hemos escuchado o dicho alguna vez, porque justamente esos trapos deben lavarse públicamente para que todos veamos hasta que punto estaban sucios.
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Máxime, cuando hemos aprendido o debemos hacerlo que lo que ocurre en un pareja es de entidad privada hasta que eso suponga un delito público. Entonces eso deja de ser de dos, para ser de todos.
Sin embargo, muchas han sido las voces que se han alzado en contra del documental de la hija de Rocío Jurado: que si habían pasado muchos años, que si la justicia no le había dado la razón o que no era el medio adecuado, etc.
Pero el propio testimonio dejó a un lado esas consideraciones y puso de manifiesto un sinfín de cuestiones que necesitan respuesta: ¿estamos como sociedad haciendo bien las cosas? ¿Muchos hombres además de tratar de dominar a las mujeres, las odian y las desprecian por el mero hecho de serlo?
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Y si esto segundo no es lo que ocurre, qué alguien me explique cómo y de qué manera, tras este testimonio, se multiplicaron desorbitadamente las llamadas al 016 de mujeres que al escucharlo se sintieron identificadas o se atrevieron a preguntar sobre sus propias situaciones.
El hecho de que se disparasen las llamadas al número de atención a las víctimas de malos tratos por violencia de género cierra la puerta a cualquier crítica: la de machistas, la de juristas o la de puristas.
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Los datos hablan, y las mujeres debemos escucharnos las unas a las otras para entender lo que tristemente ocurre.
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