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En noviembre se cumplirán doscientos años del vil ahorcamiento del general Rafael del Riego y Flórez, quizás el personaje histórico asturiano más olvidado. Dejando a un lado a intelectuales e historiadores, en la calle apenas se le recuerda por el himno nacional que sobrevivió a ... su etapa de lucha por las libertades, adoptado por la República, pero que sobrevive con los errores y confusiones de su interpretación en competiciones deportivas e incluso en algún acontecimiento diplomático en el extranjero.
Es de esperar que la efeméride, de tan trágico recuerdo, sirva para que su memoria proporcione un mejor conocimiento de su influencia política y militar durante el reinado del impresentable Fernando VII y de las ansias de libertad que empezaban a emerger en la sociedad y que él lideraba con lealtad a la Corona, pero con la decisión firme de ponerle final al despotismo y a las contradicciones en que el voluble monarca pasaba de un sistema político a otro.
Su carrera militar, como capitán general en distintas regiones, siempre se vio alterada por las circunstancias que se estaban sucediendo en torno al control del poder, que en definitiva está en la base de todas las luchas políticas. El levantamiento que encabezó en defensa de un régimen constitucional, frente al absolutismo imperante, fue un hecho que abriría una batalla que, a fin de cuentas y en diferentes circunstancias, era la búsqueda de la libertad que todavía tardaría siglos en lograrse y afianzarse, como por suerte la estamos disfrutando ahora.
Rafael del Riego había nacido en Tuña, lugar donde los vecinos se sienten orgullosos de compartir su cuna y de que le hubiera servido también de refugio en algún momento en que estaba amenazado por sus adversarios, que mejor podríamos calificar de enemigos. Con los verdaderos discrepantes de sus ideas siempre se mostró considerado y partidario de buscar el entendimiento. Solamente durante la regencia de María Cristina de Borbón fue rehabilitado, aunque no por mucho tiempo. Perseguido de nuevo, puede dar idea de la fobia que despertaba entre sus enemigos el que su detención y encarcelamiento en Jaén fueran celebrados con un te deum.
Solo de enemigos implacables y sanguinarios pueden ser calificados quienes, no satisfechos con decretar su ejecución, le aplicaron el sadismo de su trasladado por las calles de Madrid en un serón arrastrado por un asno, hacia el patíbulo de la plaza de la Cebada donde le esperaba el verdugo encargado de su ahorcamiento. Esperemos que este aniversario redondo permita explayarse en la rica biografía del general, que fundó el partido liberal, y que aparezca reflejada aquella etapa que incluye hechos tan memorables como la invasión de los franceses -de los que fue prisionero-, las Cortes de Cádiz y demás acontecimientos de una de las etapas más agitadas de nuestra historia.
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