![El retorno del rey](https://s1.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202205/22/media/cortadas/73716397--1248x864.jpg)
![El retorno del rey](https://s1.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202205/22/media/cortadas/73716397--1248x864.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
El retorno del rey, mediático, pero nada épico, ha soliviantado los ánimos de una política española que no desperdicia ocasión para demostrar que un mínimo consenso en estos tiempos es una quimera. Lo cierto es que don Juan Carlos se lo ha puesto fácil a ... sus detractores. Su regreso en un jet privado que ha costado más de 56.000 euros, su asistencia a una regata de su querido 'Bribón' antes de cumplimentar a Felipe VI y el baño de multitudes que se ha dado en Sanxenxo poco han tenido que ver con la visita discreta que había previsto y deseado la Casa Real. El emérito se ha encontrado en Galicia con un cariño que debía echar de menos y la misma bronca política en España que le llevó a fijar su residencia en Abu Dabi.
La Zarzuela ha decidido asistir en silencio a los avatares náuticos y políticos de la visita. Desde el comunicado que emitió para informar del regreso del monarca honorífico, ha preferido evitar cualquier comentario. Ni siquiera quiso informar en la agenda semanal de la Casa del Rey del encuentro que mantendrá Felipe VI con su padre. Ese día aparece en blanco porque se considera un acto familiar, aunque a estas alturas ya es imposible que ni siquiera lo parezca. Felipe VI ha decidido marcar distancias por la vía de la imagen. Y mientras el emérito surcaba las olas gallegas, el rey en ejercicio presidía la reunión del Consejo Científico del Real Instituto Elcano. Y entretanto, los partidos se tiraban los trastos a la cabeza. Hay quienes han expresado una adhesión tan incondicional como sobreactuada. Y también quien se ha definido a sí mismo en su empeño por hacer sangre de un hombre de 84 años. Lo cierto es que Juan Carlos I poco ha hecho por evitar que esto sucediera. El monarca, es evidente, no siente que tenga motivos para esconderse. Y por lo visto desde su llegada, ninguna gana de hacerlo. Está en su pleno derecho. Pero le ha hecho un flaco favor a una monarquía que legitimó con su aportación a la democracia. Su última etapa, embadurnada por el cobro de comisiones y una vida privada imposible de reivindicar en la más alta institución del Estado, no llega para borrar en la memoria de muchos españoles su papel en la transición. Pero los recuerdos son tan antiguos como la edad de cada uno. Por eso, la despreocupada imagen del monarca regatista es tan peligrosa en estos momentos como antes fue de valiosa. En la historia serán luces y sombras. Pero ahora resulta más triste que otra cosa.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Nuestra selección
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.