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Una vez más se fueron los invasores en la historia del martirizado pueblo afgano. Dejan en el poder a los talibanes, a quienes fueron a derrocar. Es pertinente preguntarnos qué hicieron durante estos años los Estados Unidos y sus aliados. ¿Qué ejército adiestraron, que cayó ... como un castillo de naipes? ¿Qué instituciones políticas crearon? ¿Cómo quedan la igualdad, la libertad y los derechos que pregonaron para las mujeres afganas?
Decía Marx en el 'Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte': «Hegel observa en alguna parte que todos los grandes acontecimientos y personajes de la historia mundial se producen, por así decirlo, dos veces. Se le olvido añadir: la primera vez como tragedia, la segunda como farsa». En la farsa y en una pura contradicción nos encontramos. Se invaden países con prisa y con bombas que chocan contra el deseo natural de los pueblos, que no quieren ser gobernados por extranjeros, ni siquiera por los que les quitan de encima regímenes despreciables. La retórica exhibida del deseo de democratización y la lucha contra el terrorismo, no han tenido más fuerza que esta contradicción.
Es triste para cualquiera que conozca un poco la idiosincrasia del pueblo afgano y su importancia geoestratégica, ver cómo Estados Unidos y la OTAN repitieron los mismos errores que las antiguas potencias imperialistas, que a lo largo de la historia invadieron la región. A los pueblos no se les puede convencer con soflamas para que ignoren lo que ha sucedido en la zona durante todos estos años de dominación extranjera. Los ingleses en el siglo XIX, la Unión Soviética en el siglo XX y los estadounidenses en el siglo XXI, no querían construir una nación libre. Instalaron gobiernos títeres y corruptos que seguían las órdenes que los invasores dictaban. Un estado no puede construirse desde fuera, solo se puede construir por deseo del pueblo. La desastrosa retirada es una muestra más de que para los poderosos las poblaciones sobran. No podemos lavarnos la cara, tras invadirlos durante veinte años, con evacuar nuestras tropas, diplomáticos, compatriotas y acoger miles de refugiados. La inestabilidad y el caos están servidos. Gobernar no es tarea fácil. El conflicto interno entre talibanes y grupos islamistas lo aprovecharán, como tantas veces, Rusia, China, Pakistán y otros países con intereses en la región, para hacer negocio con la venta de armas y las plantaciones de opio. Lo que generará más sufrimiento y dolor en el pueblo afgano, en sus vecinos y en la comunidad internacional en su conjunto.
Hago un llamamiento al movimiento feminista para que no abandone a su suerte a las mujeres afganas, como ha hecho la comunidad internacional. Desde todos los frentes y con todos los medios, el feminismo tiene que presionar a los gobiernos democráticos para que negocien con los talibanes e intenten persuadirlos para que se acabe con el horror del burka obligatorio, el matrimonio forzado, la violencia doméstica y que las niñas y mujeres tengan derecho a la educación, al trabajo y a la representación política. Hemos visto estos años de ligera apertura que conseguir cambiar estas opresiones ha sido la principale lucha de las afganas. Feministas del mundo: la batalla de Afganistán tenemos que ganarla nosotras (utilizo el femenino como genérico). No podemos dejar que la dominación patriarcal continúe en la sociedad afgana. Tendremos que luchar en dos frentes: contra criminales y contra ideas profundamente arraigadas. No podemos permitir, después de estos años de lucha contra la violencia machista, que el islamismo radical -parafraseo a Zizek- siga considerando a la mujer un escándalo ontológico, una presencia traumática que tiene que ser velada y controlada a través de este edificio cultural-religioso.
Afganistán se denomina el 'cementerio de los imperios'. Es el momento de que también sea el camposanto de la estructura imperial de la opresión patriarcal. Las mujeres afganas se están movilizando. El feminismo no debe mirar hacia otro lado.
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