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Las declaraciones de Jerome Powell, máximo mandatario de la FED estadounidense, diciendo que es posible que las subidas de tipos de interés se ralenticen un poco, han supuesto un bálsamo para los mercados de renta fija. Esas declaraciones de Powell llegan días después de que ... varios altos cargos de la FED dijesen justo lo contrario, avisando de que los tipos podían llegar al 7% en un futuro próximo. Y según Christopher Waller, alto mandatario de la FED, «la inflación va a tardar mucho en volver a los niveles idóneos del 2%». O sea, blanco y negro a la vez.
Por su parte, una firma de inversión del prestigio de Goldman Sachs pronostica que la inflación caerá próximamente, aunque podría quedar en torno al 5% una larga temporada. Y, en Europa, el BCE ya parece preferir aceptar que la inflación se va a enquistar durante un largo periodo de tiempo, antes que adoptar unas medidas draconianas que podrían suponer un colapso económico en forma de freno al consumo, aumento de paro, etc. La situación es muy compleja y nadie tiene la receta mágica, pero con la diferencia de que en Estados Unidos el paro es del 3,5% mientras que en España siempre supera el 10%. Y pese a ello, aquí se sigue insistiendo una y otra vez en recetas que solo generan paro.
La importancia de los tipos de interés en la economía es tal, que se considera que los intereses son la piedra angular sobre la que se mueve todo, porque de ahí se derivan el consumo, el comportamiento de las bolsas, los gastos financieros que los estados tienen que asumir y un largo etcétera. Cuando se cumplieron los primeros cien días del mandato del que fuera presidente demócrata Bill Clinton, su jefe de campaña, James Carville, manifestó que «yo solía pensar que si existiese la reencarnación me gustaría ser el propio presidente, o un famoso jugador de béisbol o el Papa. O sea, alguien que influya en el mundo, pero creo que ahora quisiera ser un mago que moviese los tipos de interés porque son la llave del mundo económico y financiero». Las reflexiones de Carville lo dicen todo y el mercado de bonos mueve el mundo financiero.
Un bono no es otra cosa que un préstamo que un gobierno pide por un tiempo concreto y con la promesa de pagar unos intereses concretos en unas fechas y… se supone que también con la promesa de devolver el dinero prestado al vencimiento del mismo. La importancia del mercado de bonos es enorme por tres razones. La primera es que gran parte de los ahorros mundiales están depositados en bonos de distintos estados. La segunda es que debido al gigantesco tamaño del mercado bonista su influencia en la fijación de tipos de interés es decisiva. Y, en tercer lugar, porque dicho mercado es el mejor termómetro que la economía puede tener, ya que es muy sensible a muchas variables y refleja la credibilidad que un estado tiene. Evidentemente, ante la menor sospecha de que un Estado pueda ser insolvente el precio de los bonos se desploma y los tipos de interés que tienen que pagar dichos bonos para poder captar ahorradores suben, ya que el depositante exige una especie de 'prima de riesgo'. Eso sucedió, durante muchos años con el bono español a diez años, ya que tenía un alto diferencial respecto al bono alemán. Ese termómetro o medidor es de vital importancia para la economía y en este momento carecemos del mismo, ya que la gravedad de la situación hizo que desde el año 2007 tanto la FED como el BCE se lanzasen a comprar deuda pública para sostener el precio de dichos títulos, con lo cual su precio no refleja la realidad que hay detrás. Es el precio que hay que pagar por vivir con respiración asistida desde hace quince años.
Dice el brillante historiador escocés Niall Ferguson que los intereses y las guerras han movido el mundo desde que poblamos la tierra. Ya en los siglos XIV y XV las ciudades-estado medievales de la Toscana (Florencia, Siena, Pisa) libraban cruentas batallas entre sí y con otras ciudades italianas, pero detrás de esas guerras había la necesidad de financiar los gastos militares y el modo de financiarlos era mediante bonos. O sea, dinero prestado que pedían esas ciudades-estado. En aquellos años lo que se hacía era 'encargar' la gestión de la guerra a profesionales o contratistas militares llamados condotieros, los cuales reunían un ejército al cual pagaban, se anexionaban tierras y expoliaban sin piedad las arcas del enemigo. O sea, una especie de mercenarios gestores de alto nivel, que podían cambiar de bando sin problema alguno, yendo al mejor postor. Todavía hoy en los muros del Duomo de Florencia hay una pintura que la ciudad encargó en honor de un británico llamado John Hawkwood, el cual tuvo grandes éxitos sirviendo a diferentes ciudades-estado. Hawkwood contaba con la admiración popular y era conocido como Giovanni Acuto, es decir, 'Juan Agudo', en honor a su fino olfato para la guerra y los negocios.
En aquellos años, la moral católica imperante veía con malos ojos la existencia del pago de intereses como consecuencia de las deudas. Algo que todavía perdura ahora en el mundo islámico. En cambio, en el mundo protestante las cosas se veían de otra manera y el tiempo indicó a las claras cuál de ambas visiones era más productiva económica y socialmente. Lo que mucha gente llama usura no es otra cosa que la prima de riesgo. Seamos sinceros. Si usted tuviese que elegir entre prestar dinero a una persona muy solvente o a otra que sospecha que podría no devolvérselo, seguro que no se lo dejaría a la segunda o le pediría un tipo de interés mayor para compensar dicho riesgo. La vida es así y negarlo es como culpar al espejo por nuestras arrugas. Por eso, los tipos de interés mueven el mundo.
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