Los espectadores de la liga inglesa contemplaron esta semana un hecho insólito. En el minuto 7 del partido entre el Liverpool y el Manchester United, los aficionados locales comenzaron a entonar su famoso himno. En esta ocasión, su legendario 'Nunca caminarás solo' no buscaba apoyar a su equipo, sino a uno de sus rivales que ni siquiera estaba en el campo: Cristiano Ronaldo. El delantero portugués acababa de perder a su hijo. El legendario número 7 del Real Madrid y los diablos rojos suma incondicionales en los equipos por los que pasa con la misma facilidad que detractores entre sus adversarios. Tal vez haya sido el deportista que ha logrado subir los aplausos y los pitos a un volumen más alto. Nada de eso importó en Anfield. El respeto estuvo muy por encima de cualquier rivalidad.
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Sucedió pocos días después del derbi más vergonzoso de los últimos tiempos en Asturias. En un partido en el que la grada de El Molinón nada tenía de ningún campo de Europa. Solo faltó la convivencia de las aficiones para demostrar que el riesgo no está más que en una minoría. Fueron algunos jugadores quienes se olvidaron de estar a la altura de la camiseta, la historia y su afición, y por primera vez en mucho tiempo, no será la imagen de una gran jugada lo que se recordará de este partido. Aunque solo dos de las opiniones de los protagonistas merecen ser recordadas. La respuesta de dos entrenadores que supieron situar sus principios por encima de cualquier circunstancia. José Luis Martí, que supo desmarcarse de cualquier protesta para señalar, antes a los suyos que a nadie, que tan importante es saber perder como ganar. Lo imprescindible, en ambos casos, como en cualquier circunstancia de la vida, es un mínimo de educación.
El entrenador del Oviedo podía haberse quejado y a nadie le hubiera resultado extraño. Incluso refugiarse en el puñado de frases hechas con las que el mundo del fútbol suele despacharse en las ruedas de prensa. Sin embargo, José Ángel Ziganda, sin dejarse llevar por la euforia del triunfo ni por los nervios de un final en el que tuvo que saltar al campo para frenar una agresión, pidió perdón. Estuvo dispuesto a reconocer antes los posibles errores de los suyos que a exigir las necesarias sanciones por el comportamiento de sus rivales. Tal vez eso no le sirva para ganar partidos, pero sí el respeto que merece. Por el que vale la pena pagar una entrada y aplaudir a un rival, sea cual sea el resultado.
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