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Cada día tengo más dudas sobre la capacidad de gestión del Principado. Es decir, no hablo de pagar nóminas a los funcionarios o las correspondientes partidas del gasto social, puesto que eso son habas contadas. O sea, se refleja una consignación presupuestaria a ejecutar a ... lo largo del año y punto. Me refiero a poner en marcha inversiones productivas para nuestro paraíso natural.
Esto se puede ver con claridad en las cuentas presentadas por el Gobierno asturiano para el año que viene. Son 5.345 millones de euros -el presupuesto más alto de su historia- que superan en 116 millones a las actuales. Estando el grueso del gasto concentrado en tres partidas: Sanidad, Educación y Servicios Sociales que representan el 66% del proyecto. Una cifra, bien es cierto, que se repite ejercicio tras ejercicio y que nunca se intenta al menos contener. Con pandemia o sin ella.
Sin embargo, cuando vemos la capacidad real de nuestra autonomía para afrontar obra nueva (en carreteras, por ejemplo) es cuando surgen los problemas. El propio presidente, Adrián Barbón, lo admitió y dijo que el dinero parar reparar los numerosos argayos salía de no hacerlas. Es más, en 2022 este déficit inversor se intenta compensar con los fondos europeos. La Consejería de Industria es la que más crece gracias al Mecanismo de Recuperación y Resiliencia. Se va a 223 millones de euros, cifra imposible de alcanzar con recursos propios. Cuando se acabe el maná de Bruselas volverá la penuria a la Industria asturiana.
El que hemos renunciado invertir hace tiempo se ve claramente concejo a concejo. Es una crítica unánime de casi todos que las partidas se repiten en cada uno de los presupuestos como si fuesen un mantra. Eso sí, sin ejecutar y alargándolas en el tiempo. Gijón y Avilés son los que más se quejan. Existen inversiones que se 'pintan' por una simple cuestión legal. O que se pone el dinero aún sabiendo que no se va a gastar. O que cuando llega al final del ejercicio no se ha ejecutado ni un euro de lo previsto. Para que se den una idea, en Avilés solo se han realizado tres de las catorce actuaciones previstas en dos años.
Exactamente lo mismo que en Gijón donde el tema de la ampliación del Hospital de Cabueñes es una herida que sangra (y mucho). Digamos, pues, que nuestra autonomía lo único que garantiza es el mantenimiento de los servicios básicos y poca cosa más. De invertir para un mejor futuro, por supuesto, ni hablamos.
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