La renuncia de las industrias

Las grandes empresas lácteas asturianas rechazan financiar inversiones con fondos europeos por posible penalización medioambiental

Domingo, 22 de diciembre 2024, 01:00

Las dos principales industrias alimentarias asturianas, Corporación Alimentaria Peñasanta (CAPSA) e Industrias Lácteas Asturianas (Ilas), han renunciado a los fondos europeos que les había concedido el Gobierno a través del PERTE (Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica) de Descarbonización Industrial. Aunque la renuncia ... no tenga carácter definitivo, no deja de ser un duro golpe para el proceso de transición ecológica del sector industrial asturiano y la manifestación clara de la falta de adecuación de las normativas europeas a los intereses y necesidades de nuestras industrias. Las ayudas a la descarbonización no pueden consistir solo en financiar con dinero público una parte sustancial de los proyectos industriales, sino en establecer un marco regulatorio estable y transparente que aporte certidumbre a las empresas.

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Para CAPSA estaban reservados 2,52 millones de euros que iban a servir para construir una planta de biomasa en su fábrica de Granda (Siero), un proyecto en el que participa la empresa Ence, líder en España en producción de energía renovable con biomasa agroforestal. La falta de seguridad jurídica y los interrogantes sobre el tratamiento futuro de las emisiones de CO2 procedentes de la quema de residuos vegetales han llevado a la empresa láctea a descartar la ayuda que le había sido adjudicada en octubre. CAPSA está en una situación favorable para invertir en la descarbonización, con una facturación histórica que rondará los 950 millones en este ejercicio, basada en el sector de los hoteles, restaurantes y cafeterías, así como en la exportación de nata, y con una perspectiva excelente en el negocio de quesos donde espera, en 2027, quintuplicar la producción del año 2019 (30 millones).

Los mismos condicionantes han hecho que IIas descarte la financiación europea (4,7 millones) para levantar una planta de biomasa que permita descarbonizar la producción de mantequilla, quesos y natas. La posible penalización de las emisiones de CO2 impide seguir con el proyecto. A ello también ha colaborado un cambio en las prioridades de inversión debidas a un hecho fortuito, como fue el incendio en la planta de Anleo que afectó, sobre todo, a una cámara de frío.

La decisión de las dos empresas recuerda inevitablemente al anuncio de ArcelorMittal de no llevar a cabo la inversión en la planta de DRI en la factoría de Gijón, renunciando a los 450 millones del PERTE reservados para ese fin. La planta de DRI permitiría fabricar acero verde y las plantas de biomasa también suponen un salto cualitativo para la producción de los derivados de la leche. La industria láctea consume mucho calor en los procesos de evaporación, desnatado y pasteurización. Para el tratamiento térmico se utilizan calderas industriales de vapor alimentadas por gas natural. Recientemente se ha entrado en un proceso de renovación con las plantas de biomasa (hay doce en el PERTE de la Descarbonización Industrial). Tienen muchas ventajas las calderas de biomasa: disminuyen la huella de carbono, el coste de producción es más estable que alimentadas por gas, permiten trabajar en torno a las 8.000 horas anuales y proyectan una imagen de responsabilidad social que permite acceder a clientes que solo operan con certificaciones ecológicas.

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Hay muchas industrias, en todos lo sectores, que invierten en descarbonización, pero hace falta colaborar con ellas para que el avance medioambiental no se identifique con penalización. Las decisiones tomadas en las industrias alimentarias y en la siderurgia deberían ser motivo de preocupación para el Principado. Perder proyectos industriales cuando hay una financiación muy favorable induce a pensar que los problemas no están en las empresas, sino en condiciones y decisiones ajenas al mercado e impuestas desde las instituciones políticas y las administraciones. Lo primero sería salir al paso de ese rancio discurso de la nacionalización de industrias que acabaría por convertirse en socialización de pérdidas.

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