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Se hizo esperar. Mucho. Demasiado. A pesar de contar con siete millones de votos menos que su rival, fue necesario que hubiera confrontación en las calles, un asalto al Capitolio, cinco muertos -uno de ellos, policía-, un bloqueo de las principales redes sociales al presidente, ... un intento de inhabilitación y una unánime condena internacional para que, al final, acabase sucediendo lo que tenía que pasar de un modo u otro: Donald Trump ha reconocido que en los próximos días un nuevo Gobierno liderará el país.
Lo ha hecho en un vídeo colgado en Twitter una vez terminadas las 12 horas de bloqueo que le impuso la plataforma, en el que además prometía una transición ordenada y condenaba enérgicamente los ataques al Capitolio, asegurando que aquellos que los habían protagonizado no representan a la sociedad estadounidense. Un giro tardío, pero necesario, para tratar de calmar los ánimos y esperar que sus votantes más radicales rebajen su intensidad.
Con Trump rendido, ahora los dos retos que comienzan son claros. En el lado de los demócratas, Joe Biden tiene la difícil tarea de reconducir a la sociedad estadounidense hacia lo que siempre ha sido (o ha intentado ser): un ejemplo de concordia, convivencia y democracia. Lo tiene difícil, pero si Trump le allana el camino en estos días que le quedan en el cargo todo será más sencillo.
El otro reto lo tienen los republicanos. ¿Y ahora qué? Pues ahora toca analizar. Debatir. Definir internamente qué quiere ser el partido. El 'huracán' Trump lo ha dejado todo patas arriba y hay que volver a reconstruir y unir a un partido dividido internamente. Y probablemente eso deba pasar por unas primarias... En las que Trump no debería estar.
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