PP, Vox y la Realpolitik

¿Un pacto con la extrema derecha? ¿Por qué no? Desde luego, no estamos hablando de fascistas, no estamos hablando de gente que quiera reventar el Estado desde dentro, como parte de la cáfila que apoya a Sánchez

Lunes, 21 de marzo 2022, 02:06

Tras la implosión de Casado, al PP le toca barrer los cascotes. La historia ya está contada: la impotencia de Casado, un villano oficial, Egea, y ahora toca que llegue el caballero blanco, Feijóo, para enfrentarse al malvado dragón, Sánchez, con su flor. En un ... país sin la esquizofrenia española, Sánchez y Feijóo harían algunos pactos de Estado, pero hay que tener claro que Sánchez no va a dar ni la hora. En lo único en que está de acuerdo con Feijóo es en lo que decía Francisco I hablando de Carlos V: «Mi primo y yo estamos de acuerdo, los dos queremos Milán». Sánchez da la matraca con un «cordón democrático» respecto a VOX, claro que, como siempre, hay un dios para él y otro para los demás. El sanchismo se hace el loco con Ione 'lachicadelacurva' Belarra e Irene 'YokoOno' Montero, que animan a recibir a los rusos con ramos de flores (no recuerdan las violaciones masivas de los ruskis cuando cayó Berlín en 1945). El sanchismo se hace el loco con la extrema izquierda, con los filoetarras, con los nacionalistas, con los independentistas. Para ellos no hay «cordón democrático». Pero todo esto ya lo conocemos al dedillo.

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El PP tendrá que hacer lo que toque. ¿Un pacto con la extrema derecha? ¿Por qué no? Desde luego, no estamos hablando de fascistas, no estamos hablando de gente que quiera reventar el Estado desde dentro, como parte de la cáfila que apoya a Sánchez. Y recordemos que Vox se enfrentó con valentía en Asturias a aquellos que querían imponer el bable, mientras muchos se ponían de perfil (por cierto, no soplan «vientos gallegos» señor Cofiño, porque el uso del bable en Asturias tiene tanto que ver con el uso del gallego en Galicia como el godello con el raki). Todos sabemos que hay líneas rojas que no se pueden cruzar, autonomías, ciertos derechos adquiridos, Europa, igualdad, etc. Y si Vox se pone pesado, ante el vicio de pedir está la virtud de no dar. A todos les interesa pisar moqueta, ya se matizará, ya se llegará a mínimos. No obstante, lo que siempre me resulta sorprendente son los complejos de la derecha. A la izquierda se la pela pactar con el diablo, ya se ocupan de blanquearlo, como está haciendo con impresentables tipo Otegui (y qué graciosos en la Sexta: Podemos es siempre Podemos, Vox es siempre ultraderecha). Y no se engañen: por mucho que haga de vestal escandalizada, no hay nada que excite más a nuestro presidente que la posibilidad de que Vox llegue a formar gobiernos con el PP. Una oportunidad para continuar con su propaganda, la misma que camufla sus estropicios y desafueros, la misma que hará sonar trompetas y atabales advirtiendo de que llegan otra vez los 'camisas azules' para dejarlo todo atado y bien atado. Qué cansino esto de sacar el muñeco de Franco como si fueras José Luis Moreno, qué coñazo este juego de expulsar al adversario del espacio central (Casado también estaba encantado de que los socialistas coquetearan con los chantajes permanentes de los enemigos constitucionales). En fin.

No hay que llorar sobre la leche derramada. Hace tiempo que nuestros representantes se han cargado el espíritu del 78, y será la historia quien los juzgue. Al resto, nos toca jugar con las cartas que nos quieren dar. O eso, o que nadie vaya a votar. Quizás en algún momento los 'Hunos' y los Otros se den cuenta de que, según y cómo, tanto Gramsci como Gustavo Bueno nos pueden llevar a lugares muy oscuros. Pero no tengan mucha esperanza. A lo que iba: si el PP y lo que queda del PSOE tienen que lidiar con Vox es porque el personal estaba harto de las burradas de Podemos (sin olvidarnos del gran Zetapé). Esto es así. En el pecado está la penitencia, como se suele decir. Que el PP se empeñe en hacerse el ofendido, que crea ver una falsa conexión entre el franquismo y Vox, cuando Vox no es más que la respuesta a las disfunciones mismas que los socialistas tienen respecto al Estado y la nación española, no es otra cosa que hacerle el juego a Sánchez. Vox ha sido la contundente réplica de los españoles al extravío, a la perplejidad, al radicalismo de un partido, el PSOE, que con Felipe y Guerra tenía una visión de Estado, y hoy andan totalmente desorientados. No hay que darle más vueltas.

Así como ya no genera alarma Podemos, ya no genera alarma Vox. Todo es retórico. Y si tan peligrosos son, ¿por qué no llegan a un acuerdo el PSOE y el PP? Los votantes solo pedimos que no nos tomen por cretinos, aunque bien poco caso nos hacen. Ni el pobre Tezanos cuela ya, con una población agotada de la estupidez, el embuste, y la indigencia intelectual de ciertos políticos. Mientras el Gobierno pacte con un ERC que sigue abriendo embajadas y clama por los Países Catalanes; mientras pacte con Bildu, que sigue recibiendo a los asesinos como si hubieran ganado una Champions; mientras prosiga el chamarileo con el PNV, el señor Abascal seguirá ahí, como el dinosaurio de Monterroso (que se lo digan a Mañueco). Hasta Yolandísima Dior-Díaz le ha tomado la matrícula al riesgo que representa mantener posturas radicales, y ya es, viniendo de una comunista. Y Ayuso, con todo el peligro que tiene, se ha dado cuenta de la incoherencia y ya afirma que con Vox, si hay que ir, se va hasta la muerte, pero ni un paso más allá. Por cierto, una Ayuso que seguirá en Madrid el tiempo que sea, consciente de que es fruto de unas circunstancias históricas concretas, porque así como los madrileños no quisimos a piratas como Iglesias («Tanto sosiego llevéis como felicidad dejáis ante vuestra marcha»), también podemos botar a cualquier otro iluminado, Ayuso incluida (otrosí: por mucho que se empeñen, Barajas será siempre Barajas, Atocha será siempre Atocha, y Madrid será siempre Madrid).

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En medio de todo este carajal, brilló el señor Montesinos, una figura trágica por leal, supongo que porque llevaba poco en política y porque no dependerá de ella. Tengo curiosidad por ver cómo va a solventar el señor Feijóo esta disyuntiva. El hombre moderado, el Mesías que tiene que predicar en un predio absolutamente polarizado. Como decía Holmes a Watson, «el juego ha comenzado». Aunque también me acuerdo de lo que dijo aquel otro escritor a punto de morir: «Se acerca otra frustración».

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