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Esta pandemia se alarga. Yo diría más bien que se hace eterna y, junto con ella, deberíamos empezar a cuestionar las reformas urbanas que se han hecho. Me refiero a las medidas impuestas por esa «movilidad táctica» de la que tanto presumen en la concejalía ... del ramo. Vean, si no. Se nos vendió un corredor para acceder a la playa desde Begoña que ha resultado ser un invento de la leche. Vamos, una ocurrencia como una casa. No se sabe muy bien por qué, de repente, se cerraron al tráfico las calles Ruiz Gómez y Caridad con la excusa de poder facilitar el acceso a el Muro. Todo ello, justo cuando estaba acabando el verano pasado y la afluencia de visitantes iba a ser nula. La idea, como digo, es que las supuestas masas lo tuvieran fácil a la hora de llegar a la playa. Cosa, por cierto, que nunca ocurrió, porque jamás hubo apelotonamientos en estas zonas. Por el medio -dejo de lado la calle Covadonga, puesto que ya era semipeatonal-, dos céntricos viales han acabado convertidos en tierra yerma. Auténticos paisajes desiertos por los que parece que ha pasado una guerra. Pregunto: ¿para qué sirve este engendro del corredor?
El Muro, tras su reforma exprés, ha acabado siendo una ratonera para los coches. Eso de dejar un solo carril en dirección al Piles representa un cuello de botella increíble. Sí, ya sé que los de la tribu de la movilidad odian al vehículo particular y todo lo que representa. También que desean eliminarlo de la faz de Gijón a poco que les dejemos. Sin embargo, los urbanistas opinan otra cosa sobre cómo tienen que convivir las distintas formas de moverse por San Lorenzo. En un encuentro telemático organizado por la Comisión del Muro, abogaron sin fisuras por recuperar el doble sentido en la circulación. Es decir, que se pueda recorrer de este a oeste y viceversa como siempre. De hecho, que yo sepa, nunca ha estado cerrado al tráfico rodado. Proponen, eso sí, dos modelos: o bien soterrar o bien hacerlo en superficie. En ningún caso, como era la idea central de la susodicha concejalía, suprimirlo, porque altera gravemente al resto de la ciudad. Al final, esto del tráfico, si quieren verlo así, no deja de ser como el fluir del agua: en cuanto se le tapa una vía, busca otra. En este caso, colapsando la avenida de la Costa y barrios adyacentes como La Arena. En definitiva, que la solución final no puede eliminar por las buenas el tránsito de vehículos, por más que algunos quieran.
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