Los políticos, tendentes a glorificarse, suelen acabar con dificultades para admitir lo evidente: que son tan humanos como cualquier hijo de vecino. La divinización alimentada por el mal de altura de la poltrona y el desapego de la realidad es tan antigua como el poder. ... Pocos se atreven a recuperar la tradición romana de acompañarse en el triunfo de quien les susurre 'memento mori', sino más bien de camarillas de aduladores tan dispuestos a mentir como deseosos de medrar. Por eso llama la atención que un político, en este caso el presidente del Principado, salga del hospital dispuesto a explicar sus dolencias. Y a reconocer que le afecta el «estrés global», que le provocó dolor de estómago, como a muchos desde que comenzó la pandemia. Un rasgo de humanidad infrecuente en los tiempos que corren, que por suerte no es exclusivo de ninguna sigla política, pero que contrasta en el panorama.
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La política española se ha deshumanizado, empeñada en tirar de la cuerda hacia los extremos, sin más horizonte que las citas electorales ni más empatía que la impuesta por una corrección de límites cada vez más difusos. El todo vale de la campaña electoral de Madrid desnuda a unos políticos tan ensimismados en su propia verdad que son incapaces de condenar sin matices las amenazas o la violencia cuando es otro quien las sufre. Hace no tanto tiempo, era probable que esta actitud hubiera descalificado a cualquier candidato, pero a fuerza de dar cada día un paso más hacia la intolerancia y la deificación, nuestros políticos han conseguido que a muchos les parezca razonable. Con la ley del embudo como única referencia, la propia mitificación se acrecienta en proporción a un desprecio por el adversario, reducido a un obstáculo en un camino en el que no se distingue el BOE del panfleto, la verdad de la mentira ni el argumento del insulto. Contra un enemigo al que se deshumaniza vale todo, incluso perder los principios. La nueva política no ha caído en el estrés, sino en el delirio. Por eso, cada dosis de humanidad reconforta. Así de bajo está el listón.
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