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En los tiempos en que había cines de arte y ensayo, o sea, cuando se proyectaba buen cine, nos enteramos por una película japonesa que allí existía la costumbre de que los familiares cargaran al hombro a sus viejos para llevarlos a morir en la ... montaña. La marca para deshacerse de ellos era que se quedaran sin dentadura. Entonces ya se les declaraba inservibles, porque no era cosa de mascarles la comida; hasta ahí podíamos llegar. La película podía parecer un asunto del pasado, el pintoresquismo cruel de un pueblo inventor de los samuráis y los kamikazes. Pero hete aquí que un profesor de economía de la universidad de Yale, Yusuke Narita, habida cuenta de que Japón es el país con mayor esperanza de vida, les propone a los viejos el suicidio colectivo. Que hagan el favor de desaparecer y dejen paso, para no cerrar la puerta a los jóvenes y hundan la economía teniendo que pagarles las pensiones. Narita les recomienda que se hagan el 'seppuku', código de los samuráis en un ritual de evisceración. Esto es, sacarse las vísceras a mayor gloria del emperador y del bien común.
Parece ser que las teorías del profesor Yusuke Narita no han caído en saco roto, y ya tiene miles de seguidores. Pero la idea no es tan novedosa. Hace años que Manuel Vicent explicó en un relato que aquí en España a los viejos se les puede llevar a un hospital para que los operen, mientras los familiares se dan un garbeo por las estaciones de esquí del Pirineo. Si la operación sale bien, pues unas vacaciones libres de incordios; y si sale mal se acaba salpicando con champán el testamento del viejo y la cartilla de ahorros.
Si Japón es el primer país del mundo en esperanza de vida, España figura en cuarto lugar, lo que invita a que nos pongamos en lo peor los de mi quinta, si nos da por hacer cálculos de futuro. Sea por influencia del profesor Narita o porque Ramón Tamames, que también sabe de economía, ha pedido la palabra, los papeles y las ondas últimamente se están llenando de gerontofobia. Miembros y miembras dan por sentado de antemano que nadie debe interrumpir el idílico mundo de los sembradores de promesas. Y si esta vez un viejo se les ha incrustado para hacerles daño en la digestión, lo mejor para ellos, para esta nueva corte de los milagros que nos desgobierna, sería hacer lo que Narita pide: que desaparezcan todos los viejos. En menudo lío se va a meter Tamames, sobrado de conocimientos de economía y de derecho, pero falto de lo esencial, como es la gramática parda.
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