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Uno más, y ¿ya van…? Hasta cuándo tendremos que esperar para que los operarios y técnicos de Parques y Jardines actúen como es debido y demandado en nuestra ciudad. Es un misterio por resolver. Hace justo un año, en este diario nos hicimos eco de ... la caída de un enorme castaño de Indias del eje menor de la Plazuela (frente a la calle Cura Sama). En ese momento esta sección se comprometió a comprobar el estado del resto de ejemplares. Desde entonces cayeron y se talaron tilos del eje mayor. El 2 de mayo de 2024 se vino abajo un ciruelo japonés. Ninguno de estos pies ha sido repuesto.
Es alarmante ver cómo se vienen podando todos los años los árboles de la Plazuela sobre el mes de octubre, cuando llega la estación lluviosa y, para colmo, cuando estamos viendo que, antinaturalmente, cada vez los otoños e inviernos están siendo más calurosos, lo cual hace que los icónicos tilos rebroten (para ser nuevamente podados o envueltos en luces de navidad). Eso es lo que debilita y pone en riesgo a nuestros árboles.
El lunes cayó otro más que centenario castaño de Indias en el lado opuesto sin que matara a nadie de pura casualidad. Árbol que fue plantado poco después de 1868, cuando la Plazuela se trazó sobre la antigua muralla. La razón no es otra que otro ejemplo de mala praxis: las pésimas podas que se hacen de los árboles urbanos sin orden ni criterio. No se puede podar cuando se quiere ni se puede podar como se quiere ni por donde se quiere. Este castaño, de tan ancho y elevado porte, se ha caído por culpa de una pésima poda hace decenios. Una poda en un lugar tan lluvioso como Gijón deja como resultado la penetración del agua y la generación de una serie de pudriciones que son invisibles porque se producen por el interior del tronco y ya es demasiado tarde cuando se atisba el problema (la caída súbita). En efecto, sin falta de haberlo visto y comprobado, así fue. Con tan sólo acercarnos: podremos comprobar cómo se ve esa pudrición en el interior del árbol y es lo que ha debilitado completamente el tronco, ya que un viento como el del lunes no es lo suficientemente fuerte para derribar un vigoroso ejemplar como el de la foto. Las otras dos ramas tienen el mismo problema, se aprecian descortezamientos y, para mantener esos árboles con la seguridad requerida, deberían ser encinchados; cosa que, obviamente, no van a hacer.
Primero fueron —y siguen siendo— las palmeras de todo Gijón aún teniendo la patente y enormísima suerte de contar con un especialista arborista, luego siguieron con la promesa de talar medio parque de La Electra y ahora el epicentro de todos los terremotos es la plaza de Evaristo San Miguel. Desde el punto de vista técnico algunos se congratularon el pasado año por «salir de Guatemala» en materia de Parques y Jardines, pero bien parece que vamos a Guatepeor. Esperemos que cambie la cosa y actúen como es debido: escuchando a los que sí saben.
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