¡Hasta siempre!

Con los años descubrí que quizá les damos excesivas respuestas cuando debiéramos regalar preguntas, que la cosecha no se obtiene en el año ni la recoge el sembrador, que son imprescindibles –como diría N. Ordine– maestros salmón, nadando contra corriente, aunque no se valore hoy lo reconocido mañana, que la escuela debe servir a las personas, no al mercado, que ningún saber es inútil y amar al alumno fortalece su pasión por el conocimiento como fuente de vida y no medio de supervivencia, que la escuela merece dignidad y el saber no ocupa lugar… Aunque exige mucho tiempo. No niego frustraciones y fracasos, pero cuando el zoquete parece sabio, la verdad cotiza barata y ser cretino se cree sinónimo de cretense, la educación es el salvavidas que… salva vidas; no conozco a nadie que tras vivirla, reniegue de entender –algo– mejor el mundo y tener criterio propio. Urge más educación y menos adocenamiento pseudoneutro que deja aquella al cargo de invisibles manos y oscuras mentes.

Agradezco el privilegio de un trabajo que permite crecer, aumenta la fe en el ser humano y la esperanza en un mundo mejor. Ignoro qué aporté, pero disfruto y valoro sus efectos terapéuticos en mi vida y lo mucho recibido de mis alumnos. Ahora que entro en una etapa dada a revisar el ayer, con más pasado que futuro, estaría dispuesto a repetir curso y empezar de nuevo. Gracias a quien corresponda por esta deuda impagable.