Pero no quisimos. Prometió «asaltar los cielos» y allí sigue, mientras la prole sufre su condición mortal, peregrina en el valle de lágrimas, pues la pureza divina no acepta migajas: o todo o nada. Tras el ¿podríamos? dubitativo que el divino criticaba a la izquierda ... cautiva-cautivada de la transición borrada-barrida, llegó el ¡Podemos! jovial de la casa común donde todos cabían, tantos que usó el arco iris como porche antes de acabar en Torre de Babel; mas el presente, fugaz y huidizo, acabó en un 'Pudimos... pero no nos salió del forro'.
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Poder, puedo, podíamos, podríamos, podremos, podemos, pudimos... Tanto tiempo verbal acabó por confundir; menos mal que 'el ilustre', mezcla de augur y brujo, experto en quiromancia y cartomancia, lector de los signos de los tiempos y del zodíaco, tiene la clave. Sabe qué verbo y tiempo conviene en cada momento; ayer, sumar, hoy, restar, el tiempo era el presente, hoy, pasado o quimera; para los mortales queda votar al divino (o consorte) y botar a su ritmo (y rima). Quien pedía a otros hacerse a un lado, quien exigía unidad, quien hablaba de la izquierda familiar, acabó por reducirla a sociedad marital y club de fans.
Claro que siempre sale más barato gestionar asuntos terrenales desde el cielo, enviar la lluvia que pisar charcos, ser alfarero cósmico que mancharse con el barro del posibilismo. La utopía ni tolera apaños, ni pacta, mejor vivir caliente cerca del sol que sobrevivir a la intemperie, pontificar desde el púlpito microfónico que santificarse con actos, mejor el gesto barato y estridente que el desgaste callado y diario. Es la suerte reservada a los dioses: practica esa imperturbable indiferencia tan perturbadora para el mortal. Cuando el proyecto redentor acaba con el fundador, más que de Iglesias, se trata de capillas, más que de proyectos, hablamos de aventuras.
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