Han pasado dos meses desde el desfile convertido en oportunidad para que cierto tipo de patriotas expliquen al resto qué lejos estamos de la talla racial de la cabra legionaria, más española que el 'okupa' de la tribuna para desahogo del 'club de fans del ... Cid Campeador'. Extraña ver cómo jalea su bandera con ardor quien desea que ardan las ajenas, exigir respeto para sus ideas quien insulta las de otros y defender la Constitución quien la reduce a ciertos artículos mientras ignora aquellos que, al parecer, los traidores colaron en el libro sagrado.

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La vida da vueltas, muchas, a veces, volteretas, y la distancia temporal, nos regala ironías. Uno, viejo, con la memoria que algunos llaman histérica, se extraña al ver tanto converso, que ayer votaba contra la Constitución al creerla mini o llamaba traidor al Rey, mientras agitaba águilas imperiales, molestos por haber enterrado el legado de un señor pequeñito de apellido tan transparente y sincero como mostraban sus formas y prácticas.

Quien se abstenía u oponía, hoy da lecciones; quien sufría, en silencio o jaleando el ruido de sables, el destrozo patrio, hoy la defiende apasionado. Mas parece defender lo de siempre: una bandera, una visión -única y uniforme- de España y un himno sin letra. Ignoro si somos sólo eso, símbolos y esencia racial, si la utopía nos devuelve a Isabel y Fernando o ser constitucionalista exige ampliar derechos para quien habita el ibérico solar. Me pregunto si algún día se leerá completa la Constitución y sabremos qué es la economía social de mercado, si, en su nombre y defensa, exigiremos derechos para todos. Abominable Txapote, lamentable la afición morbosa de alguno por 'txapotear' en el fango y recrearse en una batalla felizmente ganada. Hoy (mañana), decía Serrat, 'puede ser un gran día...' para leer la Constitución (entera).

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