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Superada una cifra, da igual ocho que ochenta, veinte que veinte mil... La barbarie se integra; multiplicar cadáveres vacuna contra la sensibilidad hasta volver aburrida la crueldad. El llanto deviene mueca para acabar en parálisis facial; los ojos, abiertos como platos ante el borbotón inicial, ... se ciegan tras la reiteración. Parece ser el objetivo: normalizar el dolor ajeno, alimentar el egocentrismo y activar una indolencia tan mortífera como los misiles.

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