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Cómo olvidar al caudillo que se fue a salvar España y regresó a rescatar Asturias! ¡Cómo olvidar a quien volvió para ponerla en el mapa! Era el gran líder de masas: borraba fronteras ideológicas, convertía en realidad la magia de obras y cuentas pendientes en ... jornadas laborales a tres turnos... Transversal, lo seguía gente de derechas e izquierdas, empresarios de nuevo cuño y sheriffs sindicales de vieja chequera, patriotas rojigualdos y asturianistas fetén, ateos, agnósticos y covandonguistas, carbayones y playos… El nuevo D. Pelayo guiaba al pueblo a la victoria final.
Pero al cocer, menguó: la mayoría parlamentaria devino mini grillera, de Foro a panda-banda, de partido a agencia multiservicios y de colocación, de los incondicionales a sus condiciones, de generosa entrega a cobrar la pizza, de general secretario a «oh capitán, mi capitán» de Moriyón hasta terminar como sargento chusquero de reenganche.
Dios libre al lego de criticar sentencias, si el juez dicta, prescrito –no proscrito– queda, mas quien vacilaba de ética no debiera bastarle la absolución, quien venía a limpiar Asturias, debiera tener un estilo más aseado, quien odiaba el clientelismo no debía ejercer de cliente por cuenta ajena. La historia repite el cuento de partidos sumisos, club de fans laicos adorando a la divinidad que dicta y borra ideología hasta acabar en un complejo de Edipo irresuelto: el hijo, para crecer, intenta matar al padre, con más vidas que un gato. Todo estaba acordado, quien no se enteró fue porque prefirió ignorar que el culto exige pleitesía a la voluntad divina. La ficha del Messi de la política asturiana suponía pagar una cláusula carísima, pero legal. Refleja el nivel ético del fichaje –todo tiene un precio–, la entidad del debate en el partido naciente-doliente-yaciente y el discernimiento crítico del afiliado.
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