La línea entre patriota o traidor, defender la Constitución o destruirla, amar el orden o cultivar el caos, es tan fina que resulta inapreciable visto lo visto en Ferraz, hábitat del tipo más siniestro de la España siniestra; la distancia entre la física y la ... metafísica se diluye al fusionarse lo que parecía imposible. 'Allí donde se cruzan los caminos', el círculo cuadra: gente de orden revienta papeleras, patriotas ardientes trasladan su fuego a banderas ajenas, fieles (a los tercios de Flandes) invocan a un Dios, al parecer español, armando la de dios, señoras educadas cantan las virtudes de la madre presidencial y aseados cayetanos sudan como deshollinadores bucales.

Publicidad

El dualismo platónico, la ruptura mundo ideal-físico, queda superado en España, las esencias y el idealismo trascendente, se encarnan en Ferraz. La esencia inmaculada se viste de zafiedad formal, la pureza de alma se muestra por vía visceral, la nobleza sanguínea deviene bilis y la paloma de la paz muta en águila, para confirmarlo: el mundo ideal elige el ibérico solar para mostrarse mediante almas puras de quien, al parecer, conoce la verdad, la belleza y el bien y los enseña de manera práctica y excelsa.

En Madrid «hijo de puta» significa «me gusta la fruta», la tribuna del Congreso imita al fondo sur del Bernabéu, insultar acerca al pueblo y el alcalde de talla -sin ironía- busca elevar su estatura -moral, claro está- para estar a la altura de la jefa; por eso también come fruta. ¡Tiempos aquellos cuando la ironía era arma política y el insulto recurso de quien no tenía talla (intelectual)! Hoy, la verdad viste de exabrupto, los valores se enseñan quemando banderas y «putodefender» a España es la respuesta a una llamada de lo alto. En fin, ya despunta en el horizonte el mundo ideal sin salir de casa. ¡Viva las formas!; del contenido, hablamos otro día.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad