¿Consumidor o ciudadano?

Duele al ciudadano el casco histórico vacío, pero prefiere alquilar como piso turístico su casa; critica la evasión fiscal, pero evita el IVA; tuvo ayudas para comprar piso, mas exige libertad para alquilar; protesta por la inflación, pero, si puede, especula; pide becas escolares, pero reniega al pagar impuestos: virtud para el consumidor, vicio ciudadano. Vocea un discurso sobre derechos contrario a sus intereses económicos, aplaude decisiones del mercado opuestas a lo que exige en la plaza pública… Consecuencia de parcializar análisis y asumir un modelo de vida escindida que ignora las implicaciones para vidas y salarios ajenos.

Quizá sea muy simple y tal gesto suponga mucho gasto y coste personal, pero conviene plantearse –además de exigir a quien más tiene, criticar el modelo y desfogar en el bar– si la decencia ciudadana no implica combatir la complicidad, olvidar el 'todos lo hacen' y practicar el gesto personal coherente. Sin conciencia crítica (y autocrítica), sin una visión comunitaria, sin perspectiva global ni luces largas, sin analizar la relación causa-efecto, queda la queja ante la propia obra. Las oportunidades del sistema resultan a menudo impedimentos para la vida ciudadana, obstáculos para una vida decente, al ignorar los efectos de esa paradoja que acaba por asentar derechos propios sobre precariedades ajenas y exige a los demás lo que no está dispuesto a dar.