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Hace ocho días, en otra sección de este diario, aludía, a la vista del poco tiempo que resta para las elecciones locales y autonómicas (y poco más para las generales), a las promesas de proyectos novedosos y necesarios que van a difundirse desde los aparatos ... de los partidos o de sus candidatos. Y alertaba de la prudencia, incluso escepticismo, con que debían escucharse esos cantos de sirena; máxime cuando son propuestas añosas que, quienes gobiernan, no han sabido sacar adelante o cuando, desde la oposición, no se logró seducir, con las suyas, al electorado. Cierto, también lo añadía, que cuatro años no son muchos para ejecuciones ambiciosas: la contratación pública, las expropiaciones o las exigencias presupuestarias no son condicionantes que se solventen de un día para otro.
Me pregunto ahora qué puede inclinar el sentido del voto en la ciudadanía y expreso, desde mi modesta y personalísima óptica, algunas consideraciones. La primera, poco original, que existe un alto porcentaje del censo que, por convicción o tradición, rara vez cambia de papeleta. Y no solo me refiero a quienes están afiliados a un partido político o tienen enraizada una determinada ideología por circunstancias familiares, laborales o sociológicas. El 'yo siempre voté a...' lo hemos oído a no pocos conocidos a los que nunca veremos en grandes reivindicaciones con pancartas de unas siglas determinadas. Las fuerzas políticas lo saben muy bien y, de hecho, el éxito o fracaso de sus resultados lo miden a partir de esa base casi inmutable de adeptos con la que cuentan.
Una segunda consideración, y más en Asturias que es de las comunidades donde se renuevan a la par los ayuntamientos y la Junta General del Principado, es que el electorado, no siempre por ignorancia, tiende a establecer vasos comunicantes entre lo que hizo o dejó de hacer una Administración y el sufragio a otra distinta. Ahí pesa la afinidad o animadversión del votante hacia unos colores, pero no sólo. Pongo como ejemplo que si para el 28 de mayo funciona el AVE de Pola de Lena a Madrid, tan histórico logro, pese a ser de incumbencia estatal, redundará positivamente en las urnas municipales y regionales. Y, a la inversa, para que no me llamen sectario, los trastornos, retrasos o incumplimientos en infraestructuras imputables al Gobierno de la Nación (planes de vías, soterramientos, viales portuarios o tercer carril de la 'Y', por ejemplo), también pueden trasladar el descontento o decepción a urnas distintas de las del Congreso y el Senado, que se colocarán después, posiblemente en diciembre. Y a la recíproca: una buena o mala gestión en un concejo o en el Principado tendrá repercusión a nivel nacional.
En este año no habrá, en cambio, elecciones al Parlamento Europeo. Como tercera consideración, lamento la reducida información que la ciudadanía, no solo española, posee de la actividad de las instituciones de la Unión y de su repercusión inmediata en la vida de las personas y en la mejora de los pueblos, y no solo hablo del milagro de las vacunas anti COVID o de los fondos de recuperación. Quizá los medios de comunicación no nos ilustran suficientemente sobre cuestiones distintas a la posición europea frente a la guerra en Ucrania y sus consecuencias económicas; porque Europa, aunque muy atenta a cada movimiento derivado de esta catástrofe bélica, sigue trabajando en otros muchos frentes que no son militares. Personalmente, por compromiso político que pueda mantener desde muy joven, me gustaría que los electores que, pese a todo, son capaces de remover mayorías, hicieran un examen de lo que cada cual ha hecho o, de forma realista, puede llegar a hacer. Creo que los aciertos y ocurrencias de los gestores municipales deben ser cosa a valorar por los vecinos, sin otros condicionantes. Y entiendo que lo que se viene haciendo en sanidad, educación o la red viaria del Principado ha de juzgarse por los asturianos en las elecciones regionales. Y así, en el tema nacional. Y termino: más cultura europea común y un mejor conocimiento de lo que, bien o mal, se hace en Bruselas o Estrasburgo que condiciona la vida de todos los pueblos y regiones y no al revés. Un municipio minúsculo debe mucho a las políticas continentales, pero en el Parlamento Europeo, aunque haya grupos políticos, no se debería votar en función de cómo lo hayan hecho los munícipes de nuestra localidad.
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