![Profetas en su tierra](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202107/04/media/cortadas/marc-kT2B--1248x886@El%20Comercio.jpg)
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En los reconocimientos, tan acertado es alejarse del chovinismo como evitar la miopía de infravalorar lo próximo. En demasiadas ocasiones, los galardones acaban por suponer un homenaje al que los concede más que un premio a quien lo merece. Uno de los aciertos de la Fundación Princesa ha sido vislumbrar el horizonte internacional sin dejar de mirar a su alrededor donde, en ocasiones, también se encuentran gentes extraordinarias. José Andrés, el chaval que dejó Asturias en busca de un sueño y aterrizó en Estados Unidos con mucho menos dinero que talento ha demostrado, por más que se empeñe la cicatería de algunos en infravalorarlo, que sin ir más allá de Mieres también se descubren individuos excepcionales. Hace años que José Andrés no necesita más que su nombre y sus rentas para vivir. En una situación en la que raro es no acomodarse, este cocinero que hizo suyo el sueño americano a costa de trabajo, regresa a casa sin esperar alfombras rojas para tomar sidra en la plaza de Requejo o unos oricios en Gijón con sus amigos de siempre. La forma de ser que él mismo atribuye a sus raíces no solo le ha llevado al éxito empresarial. También a romper los moldes de lo que cabía esperar. Lo mismo ha renunciado a un negocio millonario para dejarle claro a Donald Trump que aún quedan quienes no venden sus principios, que ha dejado sus restaurantes y la comodidad de su casa para cocinar en medio mundo un menú de supervivencia y esperanza que ha cambiado el modelo de intervención de las ONGs. Lo suyo no es esperar a recaudar fondos para llegar a reconstruir, sino aterrizar cuando peor están las cosas.
José Andrés quiere ser distinto hasta para recibir un premio. Su experiencia ha hecho de él un gran comunicador, así que no cabía esperar que su dedicatoria se redujera al «me siento muy honrado» que los galardonados repiten seguros de no saltarse el guion de lo esperado. Este mierense singular ha querido compartir su premio con sus compañeros que también han sido extraordinarios, aunque su reconocimiento se quedara en la mayor parte de los casos en la gratitud de quienes recibieron su ayuda. Los muchos hosteleros que, con sus negocios cerrados por la pandemia, encendieron sus cocinas para echar una mano a quien lo necesitaba. No fueron pocos en Asturias los que prepararon menús a costa de su bolsillo y entregaron una bolsa de comida a todo el que llamó a su puerta. Grandes cocineros y modestos dueños de cafeterías a los que también deberíamos reconocer como profetas en su tierra. Quizás más grandes que José Andrés porque sus recursos alcanzan para mucho menos.
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