Hace muchos años que no oigo esta orden castrense, a salvo cuando, de soslayo, veo en la televisión una parada militar con ocasión de alguna visita de mandatarios extranjeros. Pero la tomo prestada, al hilo de la expectación que ha generado la firma del protocolo, ... previo al convenio, para dotar a la ovetense Fábrica de Armas de La Vega de nuevos usos, lo que es más correcto que hablar, enfáticamente, de «devolver a la ciudad» los terrenos de la clausurada factoría porque, hasta donde yo sé, nunca salieron del concejo y, si hablamos de transferir –en parte, retornar– esa superficie al municipio, tampoco es cierto, porque el Ayuntamiento no va a gestionar todo, ni mucho menos. Es más: quedan condicionados los destinos urbanísticos o, lo que es lo mismo, se predetermina el planeamiento futuro, pese a la potestad a la que se refiere el artículo 4 de la Ley básica de Régimen Local.

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Sin querer ser ni aguafiestas ni agorero, con la información –aún en documentos genéricos– que nos presentan, me van a permitir hacer unas consideraciones, que pasan del elogio al escepticismo sin solución de continuidad. Destaco, de forma muy positiva, el acuerdo entre las tres administraciones implicadas en un asunto que no sólo es urbano, sino que, como parece claro, tiene vocación metropolitana. Bien es cierto que, si al Principado de Asturias sólo se le asigna una nave para un polo tecnológico, no parece que esa supramunicipalidad del proyecto salga reforzada, lo que sería una pena, dada la proximidad del Campus del Milán, de la FINBA y del HUCA, que acabará albergando íntegramente los estudios de Medicina. Porque metropolitano sí que es meter el final de una autopista por medio de las instalaciones, pero eso es algo que ya he censurado más veces por más que se quiera proteger el templo prerrománico de San Julián.

Alabo, digo, ese acuerdo, que demuestra buen talante y deseo de solucionar y no de entorpecer. Es más: en vez de trocear esos 120.000 metros cuadrados ('esto pa mí, esto pa ti'), sería deseable una gestión conjunta, consorcial; algo de lo que sabemos mucho en Asturias. No sólo por consorcios admirados en toda España (Cogersa, Cadasa, Transportes…), sino porque la Feria Internacional de Muestras de Asturias, un ejemplo que nos enorgullece, también tiene forma jurídica de consorcio, por más que la voz cantante la lleve la Cámara de Gijón. Pero dicho lo anterior y sin salir de esta ciudad, baste recordar los mil y uno fiascos de la gestión conjunta, interadministrativa, de Gijón al Norte o como quiera llamarse ahora. Los hechos revalidan la bondad o inidoneidad de las fórmulas colegiadas en cada caso. Y Asturias está llena de situaciones empantanadas, caso del soterramiento de vías en varios concejos del área central y de algunas infraestructuras estratégicas, desde la entrada ferroviaria por Pajares hasta los aledaños de El Musel.

Y luego están los tiempos. Por más que se hagan dibujos o incluso se aprueben instrumentos de ordenación, nada se hace de la noche a la mañana, sin contar con cambios y abandonos, tipo metrotrén. Lo único que parece sencillo, si finalmente el Ministerio de Defensa se reserva en La Vega el derecho a edificar mil viviendas, es levantar pisos, aunque sea a costa de sacrificar el patrimonio arquitectónico, hoy abandonado, de los chalets de La Tenderina. Otra pérdida para el urbanismo astur que parece importar poco. Y, aún así, siendo lo más fácil, el repunte de la construcción, a expensas de nuevos sustos, no es una varita mágica que edifique de la noche a la mañana, con sus viales y sistemas generales y locales. Porque esa es otra: ¿van a poder zonificarse doce hectáreas urbanas sin contemplar los estándares y cesiones obligatorias y gratuitas de la legislación del suelo? ¿Para tanto da un convenio?

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El fraccionamiento de la operación lleva, justamente, a velocidades distintas en el desarrollo de la acción transformadora y eso, funcional y estéticamente, es un desastre. En fin, desde la ilusión de que estos terrenos con tanta historia (alguna penosa, como la demolición del templo y convento), cumplan una finalidad digna y revitalicen a la ciudad y a la región, sigo preguntándome –y ya lo he hecho muchas veces en esta columna– si Asturias da para apuestas pretenciosas en lo cultural, en lo industrial o en lo científico. Ojalá la respuesta sea positiva y en La Vega dispongamos de un escenario que lo evidencie. Pero, a primera vista, el reparto del pastel y el peso de lo residencial no invitan a un excesivo optimismo. Ojalá este sea un juicio temerario y las tres Administraciones nunca vaguen por libre y, por supuesto, ya que hablo de un nuevo escenario físico, hace falta talento representativo, ideas propias sin imitaciones burdas que suelen fracasar. Los agentes sociales en su sentido más amplio y la Universidad deben empezar a exprimir su imaginación y su sentido crítico. Ideas y realismo, en definitiva. El suelo nuevo y el vuelo antiguo no lo es todo.

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