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El Gobierno está preocupado por la despoblación rural. Y lo comprendo. Mientras crecen sin límites las grandes ciudades, los pueblos, aldeas y caseríos se quedan vacíos. España se está convirtiendo en un paisaje de casas cayéndose y ancianos sentados en los pórticos mirando a las ... nubes que van pasando lentamente. Ni siquiera tienen ya un pequeño bar para reunirse a jugar al mus.
Conscientes de esta situación, agravada por la caída en picado de la natalidad, el martes el Consejo de Ministros se desprendió por unos minutos de los asuntos de alto calado político para adoptar medidas encaminadas a evitar que la llamada 'España vaciada' continúe relegada a los recuerdos familiares que guardan los cementerios. Ignoro si hubo debate entre los ministros, pero sí sabemos que la propuesta de la titular de Trabajo, Yolanda Díaz, acabó prosperando y cualquiera de estos días se enviará al Congreso para que la coalición le dé la bendición final y empezar a aplicarla.
Como suele ocurrir en estos casos, la noticia superó los límites de la transparencia y, adecuadamente adornada de buenas palabras, somos muchos los que optamos por interpretarla a nuestra manera, que no coincide con la de la señora Díaz, y llegar a conclusiones preocupantes, casi me atrevería a añadir que discriminatorias. La ocurrencia de la ministra me ha recordado una crítica que hace años despertó un cortijero andaluz, que para resolver la penuria en que se encontraban las chozas que ocupaban los trabajadores, quiso resolver el problema con un gesto bochornoso. Lejos de construir viviendas modestas con los servicios mínimos, ordenó levantar nuevas chozas de hormigón, para perpetuarles a los usuarios un futuro sin perspectivas de librarse algún día de tan angosta residencia. La solución que ofrece el Gobierno evoca algún recuerdo de esta naturaleza. Consiste fundamentalmente en que las nuevas generaciones rurales se preparen a fondo para continuar recluidas en sus lugares de nacimiento, donde internet no llega, cajeros automáticos no hay, la electricidad falla y las diversiones se reducen a la tele.
Para conseguir todo esto se propiciará que se preparen profesionalmente para ser buenos pastores, excelentes apicultores, ganaderos sin descanso semanal y cultivadores a base de deslomarse con las azadas, para proporcionar a los que han tenido otra suerte, en la vida urbana, una oferta de buenos productos, ecológicos por supuesto. Muchos ciudadanos, entre los que me cuento, seguiríamos disfrutando de la dura y digna herencia de nuestros mayores, aunque sin oportunidad de haber accedido a otras experiencias profesionales..
Es imprescindible, que los jóvenes rurales no nazcan predestinados a reemplazar a los mayores salvo que ellos libremente lo deseen. Es muy importante que todos, sin excepción, tengan la oportunidad de estudiar, pero no solo para ser mejores criadores de corderos. Si lo desean y tienen capacidad para intentarlo, que puedan ser ingenieros agrónomos, gestores de empresas agropecuarias, informáticos o incluso ministros o ministras como la señora Díaz. Alguno tal vez podría aportar mejores ideas sobre conservación, dignificación y profesionalización de la población rural.
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