Abundan en las crónicas de la tauromaquia los nombres de astados impropios y hasta infames. La apresurada supresión de la feria de Gijón ha servido para recuperar un rosario de ejemplos. En la historia taurina han estoqueado sagas de tan desafortunado bautismo que solo se ... pueden aceptar aferrándose a ojos cerrados a la tradición. Se ha recordado que Manolete tomó la alternativa con 'Mirador', rebautizado para la ocasión porque el presidente de la plaza quiso no ver a un 'Comunista', su nombre original, elevado en la tradicional tablilla que se muestra al respetable. En El Bibio sí aparecieron 'Feminista' y 'Nigeriano', «la gota que colmó el vaso» de la alcaldesa, como ella misma reconoce.
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La feria de Gijón ha sido fulminada a portagayola con más brío que temple, de un capotazo torcido, que ha dado al mundo taurino argumentos para cuestionar si la decisión respondía a la razón o al desconocimiento. También ha lanzado al ruedo nacional a una ciudad en cuya historia queda escrito que los toros se acabaron por un polémico bautismo. Una simplificación que no ha contentado a nadie. Por supuesto, no a los aficionados a los toros, que se sienten injusta y desmedidamente castigados por lo que podría haberse quedado en una reconvención que incluso podrían compartir algunos de los que ocuparon los tendidos. Tampoco a los antitaurinos, que festejan la decisión, pero no han visto reconocida del todo su postura.
No es de extrañar que después de tantos años de someter la tradición taurina a la balanza de la sociedad, con encendidos debates intelectuales, se entienda poco una faena tan apresurada, aunque sea en un país que lo mismo anula ferias que protege a los toros como bien de interés cultural. La supresión de la feria taurina de Begoña es un reflejo del panorama actual. Mensajes sencillos y debates ruidosos. Pero la política también es la elección del momento. En una región que ansía la recuperación, enarbola ante España eficacia ante la pandemia y celebra un verano turístico de récord, Gijón se ha lanzado al debate taurino de forma abrupta e inesperada. Con ello, Ana González hace realidad lo que su partido defiende en Asturias, pero abre un frente que hasta hace poco parecía interesada en ahorrarse. Carácter no le ha faltado a su envite. Pero tal vez la ciudad y lo que ha significado su feria, que va mucho más allá del ruedo y del nombre de dos toros, merecían otra cosa. Al menos, un debate a la altura de su historia.
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