Política, no fontanería
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En la 'casa' del PP, que diría Álvaro Queipo, todas las averías y disputas encuentran la misma solución. Lo mismo para una fuga en un grifo que a la hora de repartir la paga semanal: llamar al fontanero. Muchos políticos, y no solo del PP, ... ponen sus decisiones y su cabeza en manos de estos asesores de cargos inconcretos y costosas lealtades que lo mismo limpian un desagüe que guillotinan a un rival. En la fontanería política no existen más principios que las necesidades y el permiso del jefe. A falta de más indicaciones, siempre cabe el riesgo de que algún cañero con ínfulas decida volar el inmueble para reparar una gotera. El equipo de fontanería de Isabel Díaz Ayuso, que capitanea Miguel Ángel Rodríguez estilete en mano, vio el momento de acabar con Pablo Casado cuando descubrió que la cúpula del PP había encargado investigar a su patrona. Poco legal e inteligente debía ser la encomienda de Génova cuando los detectives prefirieron contárselo al enemigo. Para acabar con el complot, los fontaneros de Ayuso reventaron las tuberías y metieron el agua en el piso de Casado y hasta en la Alcaldía de Madrid. A Ángel Carromero la inundación le pilló con su llave inglesa todavía en la mano. Fue el primero en ahogarse, pero no será el único. Teodoro García Egea, el encargado de mantener en orden la sala de calderas del partido, pensó en cambio que había llegado el momento de ajustar las cuentas para siempre y eligió no dar cuartel. Su discurso con el cuchillo entre los dientes anticipó la aparición en escena de un 'informador anónimo' que envió a la oposición madrileña los datos de los contratos que había conseguido el hermano de Ayuso.
A estas alturas, ya no cabe consolarse con ingenuidades para explicar cómo es que un partido prefiere acopiar corruptelas para chantajear a su adversario antes que enviarlas a la justicia. El desastre de la fontanería popular no solo deja en el alero a dos de sus principales baluartes. Las consecuencias de la fractura alcanzan tal magnitud que la idea de Núñez Feijóo de organizar un congreso y resolverlo todo de una vez al coste que sea empieza a parecer más sensata que cerrar otra crisis en falso y volver al trabajo en las cloacas sin legitimidad y con los mismos fontaneros que provocaron esta inundación a cargo de purgar las responsabilidades. A estas alturas, entre todos han dejado bien claro que no se trata de nombres, sino de métodos. El PP y la sociedad española necesitan que sus líderes hagan política y no fontanería. Antes de que la democracia acabe con el agua al cuello.
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